Chávez, que no cabía de entusiasmo, dijo que el Simón Bolívar contaba con todo lo necesario para la pesca en alta mar. Era de bandera cubano-venezolana, porque Pescalba misma era una sociedad entre ambos países. Añadió: “Al Pacífico nos vamos a pescar con esto. Y al Atlántico también. Podemos pescar en las costas del África”.
Era el barco más grande de Pescalba. Lo tripularían 101 personas: 51 venezolanos y 49 cubanos. Poco después llegó el José Martí, de similares dimensiones. Según el diario cubano Voz Rebelde, ambas embarcaciones costaron 75 millones de dólares, aunque Chávez señaló la mitad de esa cifra en 2010. La flota prometía 25,000 toneladas de producción anual, cuyo 60% sería comercializado por la cubana Alimport. Lo restante se quedaría en Venezuela, para ser distribuido por las redes de alimentación popular Mercal y Pdval.
Algo imprevisto ocurrió, sin embargo, con estos planes.
EL INGRESO AL SIMA
Cuando el Simón Bolívar partió de La Guaira hacia Panamá, los tripulantes notaron que las excelencias del buque mencionadas por las autoridades no eran tales. Gilberto Salazar, un tripulante, lo dice así: “Los baños no servían, tampoco los botes salvavidas, los insectos corrían por la nave”. Considerando que las condiciones adentro no eran sostenibles, un sector de los trabajadores se bajó en Panamá y no regresó al barco. Fueron despedidos. En el período que siguió se hizo evidente que la embarcación tenía problemas estructurales mayores. Después de Panamá terminó inmovilizado en Ecuador. Fue entonces que Pescalba decidió repararlo en los talleres de Servicios Industriales de la Marina (SIMA), en el Callao.
El barco arribó en junio de ese año, y las reparaciones comenzaron en setiembre. De acuerdo con el contrato, SIMA debía haberlo entregado en septiembre del 2013. Pero ciertos repuestos demoraron en llegar, algunos seguros se vencieron y aparecieron desperfectos no descubiertos inicialmente. Todo lo cual demoró la culminación de los trabajos unos meses más. Cuando el buque estuvo reparado, la cuenta había subido, tanto por las reparaciones como por una permanencia mayor de la prevista. Aparentemente Pescalba canceló los servicios de SIMA, pero no así la extensión del alojamiento, una cuenta de trescientos mil dólares.
En la memoria anual 2012 de SIMA aparece registrada la reparación del barco del Pescalba, como una obra en ejecución, por 11.665 millones de soles. Ese año, la reparación con más alto presupuesto. En la memoria de 2013 siguiente no existe ninguna anotación, ni como obra terminada ni en ejecución. Sin embargo, en el listado de contrataciones de SIMA aparece para ese año una serie de trabajos de reparación con su precio al costado y el indicativo “Proyecto Simón Bolívar”. De acuerdo con una fuente de la Marina, cuando el trabajo estuvo terminado los venezolanos se olvidaron del buque.
BUQUE ABANDONADO
—Demoraron el pago de los servicios y tampoco pagaron a su tripulación. Sus trabajadores, impagos, abandonaron el barco y regresaron a Venezuela
—dijo la fuente.
En Venezuela, mientras tanto, empezaron a aparecer evidencias de que Pescalba distaba mucho de convertirse en la gran promesa que se dibujaba en 2010, cuando llegaron los grandes barcos. Por un lado, no eran embarcaciones nuevas. El Simón Bolívar, por ejemplo
—para no referirnos al José Martí, que tiene su propia historia de decrepitud— fue construido en 1988, en la antigua República Democrática Alemana. Se llamó Angara, y antes Milan y Kapitán Orlikova. Se lo vendió al Pescalba una compañía Posadas, registrada en Washington DC, Estados Unidos.
Uno tras otro, los barcos del Pescalba empezaron a paralizarse debido a desperfectos y falta de mantenimiento. Desde el 2010 la empresa empezó a despedir trabajadores, y mensajes de las protestas labores aparecieron en blogs oficialistas. Se decía que el presidente Chávez había sido sorprendido con estos barcos. Cuando el Simón Bolívar fue comprado ya tenía daños en la maquinaria, fuselaje e instalaciones. Pescalba, por otro lado, empezó a afrontar graves problemas de liquidez. Las metas de producción no se habían cumplido.
DESENCUENTRO EN LIMA
En Perú el Simón Bolívar seguía en la Base Naval del Callao. El 12 de setiembre del 2014, la Sunat publicó en el diario oficial El Peruano una notificación de abandono legal. Decía que si en los próximos cinco días Pescalba no cumplía con sus obligaciones, se dispondría del barco, de acuerdo a ley. El Código Tributario establece que la notificación se realiza de este modo cuando el infractor es no habido. La disposición implica que Aduanas puede asignar el bien a una entidad estatal.
Treinta y nueve días después de la notificación, cuatro representantes del Pescalba encabezados por su gerente general, Gonzalo Tovar, llegaron a Lima para entrevistarse con las autoridades peruanas. En el Ministerio de Defensa los recibió el comandante AP José Gianella, director de asuntos bilaterales, quien solo pudo ofrecerles facilidades para contactos. Carlos Raygada, el jefe de SIMA, les dijo que sus talleres ya no tenían nada que ver con el barco. Luego se entrevistaron con el comandante de la Base Naval del Callao, Juan Zúñiga, quien habló más claro. Tenían una deuda por concepto de muellaje, y el procurador de la Marina de Guerra los iba a denunciar si no pagaban. El 31 de octubre, Pescalba pagó a la Base Naval 878,120 soles, el total de su deuda pendiente.
Pero en otra reunión, el 7 de noviembre, el vicealmirante Edmundo Deville, jefe de Operaciones del Pacífico, les dijo que la Sunat había donado el barco a la Marina de Guerra. En la página web de la Sunat la donación aparece como una resolución de la gerencia de la Aduana del Callao. Lo hizo el 22 de octubre, cuando los venezolanos estaban precisamente en Lima celebrando sus entrevistas. Los de Pescalba sintieron que habían pagado su deuda en vano.
QUIEREN SU BARCO
Consultados para esta nota, la Marina y la Sunat no aportaron información oficial. Una fuente de la Marina sostuvo que el procedimiento de incautación y donación posterior fue enteramente una acción de la Sunat. Extraoficialmente también, una fuente de la Sunat dijo que el buque no tiene ningún adeudo tributario sino que omitió registrar su ingreso al Perú en Aduanas, una obligación del armador. Posteriormente la nave entró en abandono y fue donada conforme al Código Tributario y la Ley General de Aduanas.
Por su parte, el gobierno venezolano no ha realizado ningún reclamo ante la Sunat. Ha empezado informales gestiones diplomáticas, que irán de menos a más. El presidente Humala habría recibido un mensaje de Nicolás Maduro en Ecuador, durante la reunión de Unasur a comienzos de diciembre. En Venezuela lo que decide el presidente lo ejecuta cualquier organismo, por muy autónomo que se pinte. En el Perú esto es más difícil. ¿Puede la Sunat revertir una donación? El buque, pintado de rojo, aún no cambia de color en la Base Naval del Callao.
Ricardo Uceda
La nave del olvido
La República. Lima, 30 de diciembre de 2014