Comienzo por aclarar que estas líneas no tienen nada que ver con golpe de Estado ni nada que se parezca al derrocamiento del régimen por vías antidemocráticas, sino a las circunstancias que deben acontecer entre la previsible finalización de este gobierno por vías estrictamente constitucionales, pacíficas, electorales y democráticas y lo que debe afrontar el nuevo régimen surgido de la voluntad popular para poder gobernar. Es decir, no me refiero a la fulana transición que debe producirse en cuestión de horas, según vienen anunciándolo desde hace por lo menos diez meses políticos y profetas especialistas en no acertar, aunque tampoco pueda negarse que la dinámica perniciosa de la gravísima situación económica y política de nuestro país (he puesto deliberadamente primero “económica” y después “política”) pueda desembocar en situaciones intempestivas.
Una simple constatación histórica demuestra que en todos los países donde se han producido situaciones de transición de un régimen a otro, incluso de regímenes no democráticos a democráticos y de estados de guerra a situaciones de paz (pero no a la inversa), se han desarrollado procesos públicos y no públicos de diálogo y subsiguientes negociaciones, transacciones y acuerdos entre las partes intervinientes para asegurar la viabilidad del régimen o sistema que sustituye al que fenece. Escribo esto a conciencia de la torsión maliciosa que en la política cotidiana se ha dado a términos tales como “diálogo”, “acuerdo”, “negociación” , “transacción”, “concesiones” y palabras parecidas, asignándoles sentidos inconfesables por parte de los extremistas de todo signo a quienes la paz condena a la ruina económica y a la vagancia.
Todas las transiciones han cumplido el curso descrito, con las especificidades propias de tiempo y lugar: después de la II Guerra Mundial entre los países vencedores y los derrotados; la Sudáfrica del régimen del apartheid al de Mandela; España post Franco a la democracia del Pacto de la Moncloa; Venezuela al derrocamiento de Pérez Jiménez y el Pacto de Punto Fijo para asentar la democracia; Argentina de las dictaduras militares a los gobiernos constitucionales; Chile de Pinochet a la Concertación; de la URSS comunista y centralizada a las federaciones que agrupan a las ex-repúblicas soviéticas regidas por variantes democráticas de tipo occidental, igual que en los países ex-comunistas de Europa Oriental; las negociaciones del gobierno de Colombia con las FARC y el ELN; entre EE.UU y Cuba a instancias del Presidente Barack Obama, previa la intermediación del Papa Francisco como culminación de un diálogo largo y silencioso entre los regímenes norteamericano y cubano para la normalización de sus relaciones suspendidas hace más de 50 años.
Es fácil conocer a través de las redes todos estos procesos y las leyes (algunas como las argentinas de “perdón y olvido” y “punto final” durante el gobierno democrático de Raúl Alfonsín), reglamentaciones, organismos e instituciones implicadas, el nombramiento de comisiones de la verdad, el funcionamiento de la denominada justicia transicional, el castigo legal a los culpables de violaciones a los derechos humanos, las reparaciones a las víctimas, el restablecimiento de derechos vulnerados y de situaciones jurídicas infringidas. La finalidad siempre es la misma: finalizar o precaver guerras, matanzas y conflictos entre países o dentro de un mismo país. Nosotros decidimos.
Henry Ramos Allup
Hablando de transiciones
Página de Acción Democrática. Domingo, 11 de enero de 2015