Estaba a punto de hacer maletas para unas vacaciones cuando me enteré de las sospechas del diputado Bernal. Fue de tal magnitud el asombro que deseché una cuartilla que redactaba y preferí el comentario de la acusación que el representante del PSUV lanza contra Carlos Berrizbeitia, diputado de la oposición, por su presunta participación en el asesinato del diputado Serra. Los temas de congresistas son habitualmente jugosos, como para dejar lo que se viene escribiendo y dedicarles unos renglones capaces de capturar la atención del lector. Sin embargo, en esta ocasión no se trata de aprovechar un servicio de lomito, sino de aproximarse a un detalle cuya elocuencia puede definir la actitud que ha tomado el oficialismo en torno al aludido crimen.
Según relato del diputado Bernal, después de una intervención del diputado Serra, fogosa como las que acostumbraba, el diputado Berrizbeitia saltó como un resorte de su curul y apostrofó al orador de la siguiente manera: “El gobierno y todos ustedes tienen los días contados”. Las palabras impactaron al denunciante, quien hizo después ante la prensa, pero también ante el Ministerio Público, unas preguntas que desprendía de la lacónica expresión que para él fue una especie de designio de sicariato: ¿Sabía Berrizbeitia lo que de inmediato le ocurriría al diputado Serra?, ¿no es curioso que, después de la amenaza, apareciera el orador en un charco de sangre?, ¿no creen que estamos ante la insinuación de un delito, que se debe investigar con toda urgencia? Las interrogaciones se pueden atribuir a una necedad apoteósica, o a un plan deliberado de sembrar escollos en la averiguación que el caso requiere.
Seguramente la poca relación con el funcionamiento de los parlamentos haya provocado las inquisiciones del diputado Bernal. Es miembro de la AN y no ha dejado de usar el micrófono, desde luego, pero como en las sesiones de esa casa no abunda la retórica propia de los congresos, sino una coyunda cuartelaria, se impresiona ante discursos en los cuales se atraviesa una metáfora cuya asimilación le resulta trabajosa debido a que no está familiarizado con el recurso. Por ejemplo, seguramente le cueste comprender que, cuando Fermín Toro aseguraba en la Cámara su intención de acabar con los enemigos de la Constitución, ninguno de sus colegas imaginara que un señor tan atildado saldría con una lanza a matar monagueros en la calle. O, al contrario, quizá le resulte plausible relacionar unas palabras del diputado Rojas Paúl con el deceso del presidente Alcántara. “El llamado Gran Demócrata no tiene vida frente a las extraordinarias glorias de Guzmán”, exclamó Rojitas desde su escaño, y a los pocos días el mandatario murió de una indigestión. La frase requeriría acuciosa investigación, según la lógica de marras.
A estas alturas nadie que haya escogido la política como oficio, ni siquiera el sujeto más escaso de luces, puede analizar las polémicas de un parlamento como ha hecho el diputado Bernal. Ni exponerse a las burlas por el vínculo lamentablemente plano y superficialmente mecánico que fragua entre el uso de una imagen y un hecho que sucede después. El diputado Bernal no es tonto, ni nada por el estilo. ¿Cómo explicar, entonces, su conducta? No se aventura en una incursión solitaria por predios policiales, en un papel de detective improvisado y espontáneo que carece de compañía. Forma parte de un prepotente coro de voces que quiere o necesita ser escuchado. Si hacemos una comparación con los comentarios del presidente de la república y del presidente de la AN sobre el homicidio del diputado Serra, toparemos con un conjunto de actitudes parecidas como gotas de agua: generalizaciones deplorables, acusaciones sin fundamento, insultos, llamados al patriotismo y muchas prisas frente a un delito cuyo análisis aconseja cordura. ¿Por qué? Si nos atenemos a la sinrazón de sus exposiciones, les interesa que no se realice una investigación imparcial.
Por cierto, no se conoce al diputado Berrizbeitia como contador de los días del gobierno, pese a que en esa maliciable función lo descubrió su denunciante hace poco, sino como contabilista de los despilfarros del presidente Maduro.
Elías Pino Iturrieta
El sospechoso Berrizbeitia
El Nacional. Caracas, 12 de octubre de 2014