Los más ingenuos pensaban que del “sacudón” saldrían las reformas económicas anunciadas a cuentagotas por el hasta hace días poderosísimo y hoy descabezado Rafael Ramírez: unificación de los tres tipos de cambio, fuertes medidas fiscales, aumento de la gasolina y hasta lo increíble en un gobierno dilapidador e hipertrofiado por la burocracia inepta: disminución del gasto público. Es –dicen los expertos– lo que exige la crítica situación de Venezuela, expresada en desabastecimiento de nación en guerra, sequía de divisas y déficit fiscal monstruoso, inexplicables en un país que alardea de tener las reservas petroleras mayores del mundo, y una inflación tan escandalosa que el Banco Central, al servicio del régimen, ha silenciado por tres meses consecutivos, además de ocultar los crecientes índices de escasez y las cifras del PIB. La razón de esa inconstitucional omisión sería que desde hace dos meses la inflación de alimentos sobrepasó el 100%.
Ya el escueto mensaje oficial “desconvocando” a la prensa nacional e internacional a la presentación del “sacudón”, nos confirmaba que el horno del “orador” no estaba para los bollos que seguramente tenían listos los corresponsales extranjeros, sobre todo después del demoledor editorial del día anterior en El País de Madrid (“Economía destruida”) en el que –además de otras verdades urticantes– dice que “Maduro no puede permanecer ajeno al desplome económico y a la tragedia social resultantes en nombre de una política que ha retrotraído a Venezuela varias décadas atrás”. Así que no es de extrañar que iniciase su “sacudón” con una descarga verbal contra las agencias AP y Reuters, porque suponía que no se tragarían las delirantes cifras de desempleo e inflación que los inhábiles prestidigitadores oficiales le prepararon para tal ocasión. (“Si aquí hubiese un gobierno de derecha la inflación se hubiese disparado a 20% o 25%”, dijo Maduro mostrando las láminas con la ficción oficial, obviando que la inflación de hace tres meses ya alcanzaba 69% y la de alimentos superaría el 100%. Y cínico añadió “tener la certeza absoluta de que el modelo económico social del socialismo bolivariano es un modelo exitoso”).
Digámoslo de una vez: el “sacudón” dejó muy claro que no va a haber ninguna reforma económica que intente paliar la agonía del país, como había estado repitiendo el destituido vicepresidente Rafael Ramírez a la comunidad internacional, sino la consolidación del castrocomunismo en Venezuela con abierto apoyo militar, y eso es mucho más grave que la irrelevancia respondida por la MUD sobre los “cambios cosméticos”. Maduro respondió a la sofocante crisis con más castrocomunismo a la cubana y no con medidas urgentes para combatir la creciente escasez, la inflación, la carencia de divisas, la caída de la industria y agricultura, y la alta criminalidad. La nueva función de Jaua y los restantes cambios distan mucho de ser “cosméticos”: Maduro les entrega a los militares los ministerios y organismos que controlan las finanzas, la alicaída producción y la importación de alimentos. 33% de los ministros son militares, nos dice Rocío San Miguel; por otra parte, los civiles de áreas sociales claves están por su militancia sectaria hacia el castrocomunismo y no por su capacidad para aliviar los problemas del pueblo, como vuelve a ocurrir con el Ministerio de Salud. El historiador Ángel Lombardi lo tiene muy claro: “Las medidas solo pretenden hacer cambios drásticos, no para gobernar a favor del pueblo, sino para afianzarse en el poder”. Y cuando el pueblo se amotine (como le ocurrió a Maduro este jueves en Aragua al responder airadamente) porque cada vez hay menos comida, o se mueren de mengua en los hospitales, o nunca llega la vivienda prometida, para eso están los militares expertos en represión, tan abiertamente ensayada contra los estudiantes.
A Maduro le importa un rábano que The Economist diga que Venezuela es el país con el mayor déficit presupuestario entre las 58 economías más grandes del mundo y el segundo con mayor recesión económica en 2014 (superada por Ucrania, en guerra alimentada por el pana Putin). Ni que organismos internacionales pronostiquen más recesión, inflación, escasez y tensión social. Ni que caigan los bonos. Posiblemente sí le importe cómo va a pagar el próximo octubre los 4.933 millones de dólares por vencimiento de los bonos Pdvsa y Global 2014, porque de caer en “default” se cierra el chorro de los préstamos en dólares que aceitan la voracidad del régimen. Lo que más le importa a Maduro es que cuenta con ese 33% de militares (puestos “donde haiga”) que frenarán las crecientes demandas populares y las protestas de la disidencia.
El país enfermo se nos muere y las esperanzas de democracia también, si la oposición sigue pensando que apenas estamos frente a un mal gobierno al que podemos sacar solo con votos. Este es un régimen castrocomunista con abierto apoyo militar. Parece que se nos olvida que los Castro llevan más de 50 años en el poder.
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Marta Colomina
El enfermo se nos muere…
El Nacional. Caracas, 7 de septiembre de 2014