Las dimensiones de la grave crisis humanitaria en Venezuela, por la falta de medicinas e insumos médicos en hospitales y clínicas privadas, quedó al descubierto con el desgarrador testimonio de uno de nuestros más queridos cantautores, Yordano Di Marzo, quien confesó sus padecimientos en un programa por CNN, como cualquier otro paciente que necesita un tratamiento oncológico y se ve en la penosa situación de apelar a la solidaridad humana a través de las redes sociales y a buscar tratamiento en otro país, aunque para eso deben tener las posibilidades económicas. La medicina nuclear no se aplica por falta de todo tipo de insumos, hasta en un centro tan importante de salud como el Hospital de Clínicas Caracas. No se encuentra ningún tipo de fármacos para enfermos que tienen que tomarlo de por vida – hipertensos, diabéticos, que sufren de tiroides–, hay más de 6.000 pacientes esperando por cirugías por falta de sueros, sondas, tubos, mascarillas de anestesia y un largo etcétera. Se trata de un atentado contra la vida de los enfermos y crea un estado de angustia e impotencia entre los médicos y profesionales cuya misión es curar y salvar vidas. La imagen que ofrecen las farmacias es desoladora, anaqueles vacíos o camuflados con chucherías; es falso que el problema sea la escasez de marcas de medicinas, como afirmó con gran cinismo el ministro de la Salud, Francisco Armada, quien asegura que hay medicinas si se buscan por su principio activo. Eso es un gran embuste. Podemos dar fe todos los que andamos dando tumbos con nuestros récipes en la mano por todas las farmacias y no se consiguen genéricos para ningún tipo de enfermedades crónicas. Algo incomprensible en un país petrolero como Venezuela que pretende reconstruir la franja de Gaza mientras sus ciudadanos se mueren de mengua en hospitales por falta de medicinas, además de la escasez de alimentos o son asesinados a manos del hampa que goza de impunidad y protección por parte del gobierno “revolucionario”.
Lo que estamos sufriendo en Venezuela es un holocausto. No es posible la indiferencia gubernamental y la falta de sensibilidad sobre estos problemas, a no ser que sea parte de una política de Estado con el fin –entre otros– de propiciar oleadas de emigración como válvula de escape para resolver los graves problemas internos, a imagen y semejanza de Cuba.
La gran estafa
El socialismo del siglo XXI no es más que una gran estafa, un negocio redondo que se gerencia en Cuba. En Venezuela todo lo manejan los dictadores cubanos, desde la política internacional hasta la economía. Mandaron a Oswaldo Borrego –lugarteniente del Che Guevara que supervisaba los fusilamientos– como asesor de Nicolás Maduro, con la supuesta misión de colaborar para reformular la economía venezolana. Desde que llegó no ha hecho otra cosa que implementar el sistema biométrico para controlar las ventas de alimentos y de todo lo que se consuma en el país. Obligarán a los comerciantes y expendedores a comprar las “versátiles” máquinas captahuellas, que tanto han servido para perpetrar fraudes electorales, como lo serán para racionar alimentos, individualmente, a 30 millones de habitantes. En Cuba sacan sus cuentas y calculan que el negocio de las captahuellas tendrá una inversión de 3.000 millones de dólares, mientras esperan ansiosamente por la mayor tajada: la venta de Citgo, para ampliar así la refinería de Cienfuegos y procesar el crudo venezolano, a cambio de los “borregos” que envían a prestar sus “valiosos” servicios a la revolución bolivariana. ¡Gracias por todo Fidel!
Marianella Salazar
Holocausto biométrico
El Nacional. Caracas, 27 de agosto de 2014