Dicen que en la vida los cambios son la constante, pero en nuestras historias particulares estos ya son parte de la cotidianidad. Hay, definitivamente un cambio en nuestro estilo de vida. Cerremos los ojos por unos minutos y retrocedamos unos... ¿Quince años? ¿Veinte? Aquellos que como quien escribe ya entramos en la fase de "adultos contemporáneos... Recordemos nuestros sueldos en ese momento, muchos de nosotros como jóvenes profesionales recién graduados. Saquemos la cuenta de estos ingresos en dólares (para deprimirnos aún más) y hagamos memoria de todo lo que podíamos hacer. Comprarnos un carrito con financiamiento, muchos dar la cuota inicial de un apartamento que luego pagábamos regularmente, otros nos casamos y con el sueldo de ambos (así fuera como mochileros) viajábamos al exterior, tuvimos nuestros hijos, luego cuando fueron creciendo los inscribimos en colegios privados y, los viernes, la cenita con la pareja o los amigos era "una fija". Nada de lujos, es cierto. Pero con todo y nuestros sueldos (que no eran tampoco una maravilla) podíamos hasta "ahorrar". La vida nos "sonreía" y lo peor era que no nos dábamos cuenta. Era normal y lógico tener sueños para el "futuro" y trabajábamos duro para construirlos. Creíamos que si seguíamos en esa línea: esforzándonos, estudiando, ahorrando y planificando cuando llegáramos a la mitad de nuestras vidas tendríamos cierta tranquilidad y la posibilidad de dormir tranquilos porque "el futuro" nos habría alcanzado con "previsiones necesarias" y los hijos "encaminados ya" con sus propios sueños de "hacer país".
Ese era el típico "guión" clase media. La generación de nuestros padres a muchos de nosotros no nos dejó fortunas sino educación para construir y labrarnos nuestro propio futuro en una nación en la que cualquier cosa era posible si te preparabas. Algunos salieron a estudiar afuera pero la idea siempre era "regresar" para crecer y soñar con lo que podíamos hacer en un país de carencias pero nunca exento de sueños.
Esos años parecen haberse perdido, esos sueños también. Llegamos a la mitad de la vida y no solo muchos, en términos reales o dolarizados, ganamos infinitamente menos que cuando tuvimos el primer trabajo, sino que además la idea a la que nos quieren "empujar" es a la de buscar una "salida" pero por Maiquetía. Venezuela cada vez más es el país de los sueños rotos. No hay buenas noticias. Por un lado un gobierno cada vez más perdido y dividido entre sus disputas por negocios disfrazados de ideología y una oposición que salvo honrosas excepciones se muere de abulia esperando los tiempos perfectos de Dios, que "esto se caiga solo".
Del "país de las oportunidades" que vivieron nuestros padres les estamos dejando a nuestros hijos la "oportunidad de la huida", sus nuevos sueños.
mariaisabelparraga@gmail.com
Ese era el típico "guión" clase media. La generación de nuestros padres a muchos de nosotros no nos dejó fortunas sino educación para construir y labrarnos nuestro propio futuro en una nación en la que cualquier cosa era posible si te preparabas. Algunos salieron a estudiar afuera pero la idea siempre era "regresar" para crecer y soñar con lo que podíamos hacer en un país de carencias pero nunca exento de sueños.
Esos años parecen haberse perdido, esos sueños también. Llegamos a la mitad de la vida y no solo muchos, en términos reales o dolarizados, ganamos infinitamente menos que cuando tuvimos el primer trabajo, sino que además la idea a la que nos quieren "empujar" es a la de buscar una "salida" pero por Maiquetía. Venezuela cada vez más es el país de los sueños rotos. No hay buenas noticias. Por un lado un gobierno cada vez más perdido y dividido entre sus disputas por negocios disfrazados de ideología y una oposición que salvo honrosas excepciones se muere de abulia esperando los tiempos perfectos de Dios, que "esto se caiga solo".
Del "país de las oportunidades" que vivieron nuestros padres les estamos dejando a nuestros hijos la "oportunidad de la huida", sus nuevos sueños.
mariaisabelparraga@gmail.com
María Isabel Párraga
¿Giro a la derecha?
El Universal. Caracas, 7 de julio de 2014