domingo, 30 de marzo de 2014

Mons. Roberto Lückert: Reflexiones del pastor. Ver la luz. Domingo, 30/3/2014

Ver la Luz
MONSEÑOR ROBERTO LÜCKERT
DOMINGO 30-3-2014
IV DOMINGO DE CUARESMA

VER LA LUZ
JN 9, 1  – 41

La cultura posmoderna es acusada, y con razón, de ser pragmática; lo único que le preocupa es vivir el presente sin preocuparse del pasado y sin ocuparse del futuro. Tiene su lógica entonces que los jóvenes de hoy desarrollen y busquen más el mundo de los sentimientos que el mundo de la razón; que tenga más fuerza y poder de convocatoria el mundo de la imagen, que el mundo de la Palabra y de los grandes discursos;  que se apueste por relaciones pasajeras más que por relaciones duraderas, y por eso tanto con las cosas como con las personas.

Ciertamente esta es la cultura dominante, al menos en el occidente. Pero esto no impide que hombres y mujeres sigamos buscando por los caminos del humanismo cristiano el sentido de la historia de la humanidad y los porqués de la cultura dominante en la etapa presente.




Saber el presente e impulsar el futuro supondrá siempre tener que investigar el pasado de la humanidad. En el pasado está la causa de este presente y la posibilidad de un futuro diferente y distinto. La investigación en las huellas del pasado cuenta hoy con la ayuda de las ciencias positivas y con las técnicas modernas que hacen posible un conocimiento mejor de los hechos, de los acontecimientos vividos por los pueblos y los hombres y mujeres de cada etapa de la historia.

Esta investigación se hace recogiendo todo tipo de documento: fósiles, piedras, escritos, testamentos, ruinas, etcétera. Cada hallazgo de un documento, oculto o enterrado, tiene un gran valor para reconstruir y, en ocasiones, corregir interpretaciones erróneas de nuestra historia.

Es posible, incluso frecuente, que nuestros niños y jóvenes sean “ciegos de nacimiento” simplemente por haber nacido en los años de esta cultura dominante en los que tan poco tiempo y espacio se dedica a las ciencias humanas. Es posible también, en lugar de ocuparnos de devolverles la vista, nos dediquemos a buscar culpables.

Perdemos el tiempo miserablemente cuando “mandamos a la hoguera” la cultura moderna, cuando dejamos a su aire a la gente joven porque no acude a nuestras convocatorias, cargadas de palabras, de dogmas y de doctrinas que nadie entiende, cuando no somos capaces de conectar con la sensibilidad, las imágenes y las formas de la vida de las personas que viven hoy.  El Santo Padre Francisco insiste en esta incorporación de la Iglesia y de la dirigencia de la Iglesia en esta cultura moderna como dice él para que tengamos olor de ovejas, es decir para que nosotros desde nuestra responsabilidad  podamos interpretar los signos de los tiempos.

Nos equivocamos cuando no sabemos encarnar en la cultura de cada época la experiencia de luz que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. Esa luz que nos ayuda a ver el presente en profundidad, no solo a mirar la superficie de los hechos y de los acontecimientos magnificados  por los medios de comunicación y olvidados al día siguiente.

La vida del hombre y de la mujer siempre merecerá la pena. Lo notaremos cuando al hombre y a la mujer les pongamos un nombre y un rostro concretos y cuando nos acerquemos a ellos para escucharles, para ser juntos el camino de la vida y no para imponerles el  nuestro.

El evangelio de Juan que escucharemos proclamar en nuestra misa dominical describe sobria y magníficamente el camino de la fe con el ejemplo del ciego, también para nosotros hoy. También Jesús pasa por nuestro camino con la exigencia de su Palabra que cura, con el riesgo de fiarnos de él, con la luz y el valor de crecer en nosotros.

Como el ciego, confiemos en su Palabra. Nacemos como ciegos y poco a poco vemos las cosas y a nosotros mismos en la luz de Dios. Vivimos un tiempo entre dos luces. Queremos vivir en la luz de Dios, pero no queremos renunciar a la luz brillante de este mundo. Y poco a poco notamos que perdemos la vista  entre dos luces. El  consejo materno: “ten una buena luz si no se te estropean los ojos”, vale también para nuestra fe. Disfrutemos de la luz  suave y clara de Dios. Es buena para los ojos, es buena para nuestra vida,  es buena para nuestra sociedad. El gran afán de Dios es que los ciegos lleguen a ver. Para ver hacen falta buenos ojos y buena luz.

¡Señor, dame buenos ojos y luz buena y clara para que pueda ver realmente tu verdad!

+Roberto de Coro
@MonsLuckert