MAURICIO BOTERO CAICEDO
El Espectador. Bogotá, 30 de marzo de 2014
Quienes se manifiestan no son un puñado de ricos, sino estudiantes, obreros, amas de casa y profesionales que ya no resisten el desabastecimiento, la violencia, la inflación y la paulatina eliminación de las libertades civiles y políticas mediante un control cada vez más estricto a la libertad de expresión. La violenta represión por parte de la Guardia Nacional, la policía y los ‘matones’ a sueldo del chavismo ha dejado a la fecha 30 muertos, 400 heridos, 59 casos de tortura y más de dos mil detenidos.
El régimen corrupto e inepto de Nicolás Maduro, en vez de reconocer las legítimas protestas de los manifestantes, tilda a todo opositor a su mandato de ‘fascista’. A este respecto, cabe citar un reciente editorial del diario limeño El Comercio (marzo 6/14): “La prostitución de las palabras, como lo señaló Orwell, es la primera proeza de todo gobierno de vocación totalitaria. Nicolás Maduro no es un hombre de ideas, como advierte de inmediato quien lo oye hablar; los lugares comunes embrollan sus discursos, que él pronuncia siempre rugiendo, como si el ruido pudiera suplir la falta de razones, y su palabra favorita parece ser “¡fascista!”, que endilga sin ton ni son a todos los que critican y se oponen al régimen que ha llevado a uno de los países potencialmente más ricos del mundo a la pavorosa situación en que se encuentra. ¿Sabe el señor Maduro lo que fascismo significa? ¿No se lo enseñaron en las escuelas cubanas donde recibió su formación política? Fascismo significa un régimen vertical y caudillista, que elimina toda forma de oposición y, mediante la violencia, anula o extermina las voces disidentes; un régimen invasor de todos los dominios de la vida de los ciudadanos, desde el económico hasta el cultural y, principalmente, claro está, el político; un régimen donde los pistoleros y matones aseguran mediante el terror la unanimidad del miedo y el silencio y una frenética demagogia a través de los medios tratando de convencer al pueblo día y noche de que vive en el mejor de los mundos. Es decir, el fascismo es lo que va viviendo cada día más el infeliz pueblo venezolano, lo que representa el chavismo en su esencia, ese trasfondo ideológico en el que, como explicó tan bien Jean-François Revel, todos los totalitarismos —fascismo, leninismo, estalinismo, castrismo, maoísmo, chavismo— se funden y confunden”.
Asombra la timidez, el sepulcral silencio, por no hablar de parálisis, del Estado colombiano ante la tragedia que atraviesa Venezuela. El gobierno, que ni siquiera se atreve a apoyar a Panamá y a Chile en sus graves denuncias, se mantiene firme en la política de “hacerse los locos”, limitando su actividad a Unasur, un fortín de los chavistas. ¿Hay alguien tan crédulo que crea que el gobierno de Maduro es solidario con Colombia? ¿Hay alguien tan ingenuo que piense que Timochenko y el Secretariado de las Farc no operan desde Venezuela? No debemos seguir abandonando nuestros hermanos venezolanos manteniendo la farsa indefinidamente: ni Maduro ni Unasur han sido o son solidarios con Colombia… ¡Perdamos el miedo a que Maduro retire su apoyo a las ‘conversaciones de paz’! ¡Una paz que nos obliga a vivir arrodillados ante los chavistas no es sostenible!