A partir del 12F-14 se revive la esperanza en mucha gente por lograr en el corto plazo la caída del presente régimen. El grito fue muy claro: ¡Salida ya! Con eso se quiso decir que esta revolución está a punto de llegar a su final.
En este caso se repiten convicciones del pasado convertidas en consignas. La "política ya" tiene un largo registro en nuestra historia actual. A fines de 1961, por ejemplo, el PCV llamó a conquistar un ¡Nuevo gobierno ya! Según este pedido, el gobierno de Betancourt tenía que salir de inmediato por la vía de la renuncia, o se apelaría a la violencia, al golpe cívico-militar.
No hubo renuncia y los intentos de golpe fracasaron. Por ello, tanto Betancourt como todos los gobernantes del período puntofijista cumplen sus mandatos constitucionales, con la única excepción de la defenestración de CAP en 1993.
En la actualidad, el planteamiento de la salida se acompaña de la misma solicitud de renuncia, pero en el panorama no se observa ninguna posibilidad de que los solicitantes puedan contar con fuerzas militares para intentar un golpe.
Sin embargo, el régimen acusa a la "oposición de la derecha fascista" de estar a la cabeza de un "Golpe suave" con el cual, al parecer, se lograría ayudas militares como producto de las conexiones internacionales.
El régimen juega así a una especie de defensa de un supuesto gobierno democrático. Frente a una parte que estaría jugando a la inestabilidad e irrespeto a la constitución y las leyes, se levanta la defensa de un régimen que ha acogido la revolución socialista como el máximo objetivo de realización.
Y una buena parte de las oposiciones no parece entender que una revolución es, en sí misma, expresión de fuerza, de violencia abierta para aplastar lo viejo e imponer un supuesto orden nuevo.
Es una posición extrema. Y como apuntó Lenin, la revolución socialista es la propia dictadura del proletariado. Pero esta clase no ha llegado al poder en ninguna parte. En su nombre se han montado las tiranías de muchos burócratas disfrazados de obreros-proletarios.
Hasta hoy la tal revolución, no ha sido ni es en ningún caso garantía de lo que se ha calificado como cambio histórico o transformación radical de todas las estructuras y modo de producir y vivir de una sociedad. Lo que se conoció como las grandes revoluciones socialistas, como lo es el caso ruso o chino, están hoy de regreso al capitalismo.
En nuestro caso la situación es muy clara, aunque, al parecer, difícil de aprehender por buena parte de los actores políticos opositores que siguen atados a la idea de que estamos en presencia de una democracia establecida, con observancia de una constitución y leyes que rigen en toda una república.
No son capaces de entender que Venezuela no existe hoy en cuanto a país-nación-patria-república y que somos parte de una nueva entidad: Venecuba, la fusión de dos revoluciones.
Son dos dictaduras del proletariado sin proletario pero con una plantilla burocrática y unas minorías capitalistas, dispuestas a mantener el mando-poder con la utilización de todos los medios y recursos a que haya lugar.
En este sentido, en lo que fue Venezuela se ha dispuesto lo concerniente, en el orden de la compra-venta de conciencia, para hacer de las Fuerzas Armadas el mismo instrumento de control y dominación que existe en Cuba desde el inicio de su revolución.
Esta es, en consecuencia, una revolución regida por el militarismo, el burocratismo y todo tipo de asaltantes y que cuenta con el apoyo de todos los poderes. Por ello en principio es imbatible. Cuenta con la fuerza económica, la militar y la que proviene de una pobreza social, política y estomacalmente controlada.
Y todo pasa por la compra-venta de conciencias que hace una revolución para afianzar sus dominios en un socialismo que, supuestamente, no se aparta de la constitución, la legalidad en general y la permanente consulta electoral. Es una revolución que exhibe unas supuestas libertades democráticas.
El fondo dictatorial comienza por controlar la disidencia con el aparato político, ideológico y policial que, llegada una situación radical, aplica en forma directa la persecución-tortura-muerte.
Esto crea mucha confusión. De allí que se escuche con frecuencia a políticos de oposición, decir que se debe salir en defensa de algo que no existe: la democracia, en lugar de asumir el reto de establecer los mecanismos para enfrentar la presente dictadura.
Un enfrentamiento que no tiene porque basarse en el esquema de violencia contra violencia.
En el pasado artículo, dimos cuenta de la proposición que, por varios años hemos formulado, para la organización del camino a seguir para enfrentar la presente revolución en forma pacífica.
Se trata de implantar un Movimiento de Movimientos (MdM) que permita plantear un cambio social basado en la acción de un colectivo-pueblo, que decide participar como actor histórico, organizado y consciente y con la determinación de dejar atrás la historia que otros hacen y aprovechan por encima de la comunidad.
Este es un llamado a un debate que deja a un lado la ¡salida ya! y el diálogo cómplice y legitimador para instrumentar los medios que, en forma pacífica, enfrente la dictadura que encabeza el coordinador de las fuerzas militares Diosdado Cabello y la expresión civil de la revolución Venecuba que ejerce Nicolás Maduro.
La tarea planteada no se resuelve ¡ya! sino con la creación de una política que sume la participación de actores históricos dispuestos a entender que estamos frente a una entidad que conjuga monstruosidad con violencia. Indispensable forjar con su capacidad de entrega y convivencia pacífica, una acción para conformar una realidad plenamente alejada de toda dictadura.
Y en la medida en que se produzca el alejamiento de la revolución-dictadura Diosdado-Madurista, seguirá el tránsito hacia una democracia, entendida como verdadero reino de posibilidades para todos los habitantes de un expaís, dispuesto a conquistar la auténtica condición de país, nación, patria, república. ¡Qué historia amigos!
abm333@gmail.com
@ablancomunoz
En este caso se repiten convicciones del pasado convertidas en consignas. La "política ya" tiene un largo registro en nuestra historia actual. A fines de 1961, por ejemplo, el PCV llamó a conquistar un ¡Nuevo gobierno ya! Según este pedido, el gobierno de Betancourt tenía que salir de inmediato por la vía de la renuncia, o se apelaría a la violencia, al golpe cívico-militar.
No hubo renuncia y los intentos de golpe fracasaron. Por ello, tanto Betancourt como todos los gobernantes del período puntofijista cumplen sus mandatos constitucionales, con la única excepción de la defenestración de CAP en 1993.
En la actualidad, el planteamiento de la salida se acompaña de la misma solicitud de renuncia, pero en el panorama no se observa ninguna posibilidad de que los solicitantes puedan contar con fuerzas militares para intentar un golpe.
Sin embargo, el régimen acusa a la "oposición de la derecha fascista" de estar a la cabeza de un "Golpe suave" con el cual, al parecer, se lograría ayudas militares como producto de las conexiones internacionales.
El régimen juega así a una especie de defensa de un supuesto gobierno democrático. Frente a una parte que estaría jugando a la inestabilidad e irrespeto a la constitución y las leyes, se levanta la defensa de un régimen que ha acogido la revolución socialista como el máximo objetivo de realización.
Y una buena parte de las oposiciones no parece entender que una revolución es, en sí misma, expresión de fuerza, de violencia abierta para aplastar lo viejo e imponer un supuesto orden nuevo.
Es una posición extrema. Y como apuntó Lenin, la revolución socialista es la propia dictadura del proletariado. Pero esta clase no ha llegado al poder en ninguna parte. En su nombre se han montado las tiranías de muchos burócratas disfrazados de obreros-proletarios.
Hasta hoy la tal revolución, no ha sido ni es en ningún caso garantía de lo que se ha calificado como cambio histórico o transformación radical de todas las estructuras y modo de producir y vivir de una sociedad. Lo que se conoció como las grandes revoluciones socialistas, como lo es el caso ruso o chino, están hoy de regreso al capitalismo.
En nuestro caso la situación es muy clara, aunque, al parecer, difícil de aprehender por buena parte de los actores políticos opositores que siguen atados a la idea de que estamos en presencia de una democracia establecida, con observancia de una constitución y leyes que rigen en toda una república.
No son capaces de entender que Venezuela no existe hoy en cuanto a país-nación-patria-república y que somos parte de una nueva entidad: Venecuba, la fusión de dos revoluciones.
Son dos dictaduras del proletariado sin proletario pero con una plantilla burocrática y unas minorías capitalistas, dispuestas a mantener el mando-poder con la utilización de todos los medios y recursos a que haya lugar.
En este sentido, en lo que fue Venezuela se ha dispuesto lo concerniente, en el orden de la compra-venta de conciencia, para hacer de las Fuerzas Armadas el mismo instrumento de control y dominación que existe en Cuba desde el inicio de su revolución.
Esta es, en consecuencia, una revolución regida por el militarismo, el burocratismo y todo tipo de asaltantes y que cuenta con el apoyo de todos los poderes. Por ello en principio es imbatible. Cuenta con la fuerza económica, la militar y la que proviene de una pobreza social, política y estomacalmente controlada.
Y todo pasa por la compra-venta de conciencias que hace una revolución para afianzar sus dominios en un socialismo que, supuestamente, no se aparta de la constitución, la legalidad en general y la permanente consulta electoral. Es una revolución que exhibe unas supuestas libertades democráticas.
El fondo dictatorial comienza por controlar la disidencia con el aparato político, ideológico y policial que, llegada una situación radical, aplica en forma directa la persecución-tortura-muerte.
Esto crea mucha confusión. De allí que se escuche con frecuencia a políticos de oposición, decir que se debe salir en defensa de algo que no existe: la democracia, en lugar de asumir el reto de establecer los mecanismos para enfrentar la presente dictadura.
Un enfrentamiento que no tiene porque basarse en el esquema de violencia contra violencia.
En el pasado artículo, dimos cuenta de la proposición que, por varios años hemos formulado, para la organización del camino a seguir para enfrentar la presente revolución en forma pacífica.
Se trata de implantar un Movimiento de Movimientos (MdM) que permita plantear un cambio social basado en la acción de un colectivo-pueblo, que decide participar como actor histórico, organizado y consciente y con la determinación de dejar atrás la historia que otros hacen y aprovechan por encima de la comunidad.
Este es un llamado a un debate que deja a un lado la ¡salida ya! y el diálogo cómplice y legitimador para instrumentar los medios que, en forma pacífica, enfrente la dictadura que encabeza el coordinador de las fuerzas militares Diosdado Cabello y la expresión civil de la revolución Venecuba que ejerce Nicolás Maduro.
La tarea planteada no se resuelve ¡ya! sino con la creación de una política que sume la participación de actores históricos dispuestos a entender que estamos frente a una entidad que conjuga monstruosidad con violencia. Indispensable forjar con su capacidad de entrega y convivencia pacífica, una acción para conformar una realidad plenamente alejada de toda dictadura.
Y en la medida en que se produzca el alejamiento de la revolución-dictadura Diosdado-Madurista, seguirá el tránsito hacia una democracia, entendida como verdadero reino de posibilidades para todos los habitantes de un expaís, dispuesto a conquistar la auténtica condición de país, nación, patria, república. ¡Qué historia amigos!
abm333@gmail.com
@ablancomunoz
¿La revolución de diosduro va a caer ya?
Agustín Blanco Muñoz
El Universal. Caracas, 16 de mayo de 2014