ADIÓS HIPOCRESÍA
Aníbal Romero
El Nacional.
Caracas, 26 de marzo de 2014
Las jornadas rebeldes de estas pasadas semanas han significado
un avance en la liberación de Venezuela. Tal convicción se deriva de la
importancia que atribuyo al poder de la verdad en el combate político, sobre
todo frente a circunstancias de crisis extrema como las que vive el país.
Un logro clave consiste en que algunos líderes
fundamentales de la oposición han comenzado a hablar otro lenguaje, el lenguaje
de la verdad, sin dobleces ni hipocresía. Al calificar el régimen con un
término que en efecto revela la verdad acerca de su genuina naturaleza, acerca
de aquéllo en lo que ha devenido de manera inequívoca, dirigentes como Leopoldo
López y Maria Corina Machado, entre otros, han dado un paso adelante de
relevancia crucial para el presente y el futuro.
El régimen chavista es una dictadura. El despotismo es su
esencia y la tiranía permanente el destino al que desea someter a los
venezolanos. Se trata, desde luego, de una dictadura en alguna medida ajustada
a las complejas realidades internas y de un contexto internacional diferente al
de los tiempos de Pérez Jiménez. Pero ese disfraz ha empezado a hacerse jirones
a medida que la persistente protesta de crecientes sectores de la población se
hace sentir.
Ignoro por qué algunos dirigentes y periodistas
democráticos todavía encuentran tan difícil llamar al pan, pan, y al vino,
vino. En su estupenda rueda de prensa en Washington, Machado enfatizó que “hay
que llamar las cosas por su nombre”, y el character dictatorial del régimen de
Maduro es ya inocultable. Mi hipótesis, en lo que tiene que ver con el pudor
que aún prevalence entre los que hablan del “deficit democrático” de lo que ya
no es otra cosa que una vulgar dictadura, es que la contención linguística es
el velo tras el que se esconde una estrategia inviable. Me refiero a la
estrategia que se basa en la ilusión del diálogo, del consenso y de una salida
electoral a la tragedia venezolana.
En otras palabras, el recato linguístico expresa la
renuencia a admitir lo que es a todas luces evidente; es decir, que el régimen
chavista solamente llegará a su fin como resultado de las convulsions políticas
y sociales que está engendrando su traición a la Patria, su deleznable sumisión
a la satrapía castro-comunista, y su programa de destrucción institucional y
económica.
En ese orden de ideas, el otro paso de avance que ha
resultado de las heroicas protestas de estudiantes y pueblo en general, a
partir del pasado 12 de febrero, es la focalización de la dominación cubana
como un desafío prioritario de las luchas por la libertad e independencia de
Venezuela.
Además de abandonar el lenguaje ambiguo, repleto de
eufemismos y medias tintas que ha prevalecido hasta tiempos recientes, es imperativo
que el liderazgo democrático transmita a los venezolanos que las luchas actuales
y venideras buscan una segunda independencia. Lo que está en juego es la liberación
nacional frente a un opresor extranjero, unida a la reconquista de un orden
politico que garantice la libertad ciudadana y la convivencia, en un ámbito de
respeto y pluralismo.
La transición desde una política indigna y entreguista a
un régimen constitucional y civilizado, solo tendrá lugar como producto de la
verdad y la perseverancia. De allí la fuerza singular que han generado tanto la
valentía de los estudiantes como la serena audacia de López y Machado, entre
otros muchos miles de ciudadanos que están dando un ejemplo maravilloso de
compromiso democrático al resto del país, a la región latinoamericana y al
mundo entero. Las semillas germinarán.