Diálogo franco junto a la Iglesia
Manuel Corao
El Nuevo Herald. Miami, 24 de marzo de 2014.
En su momento expuse desconformidad cuando la OEA y el Grupo Carter apresuradamente dieron la razón al gobierno venezolano en el referéndum revocatorio del mandato de Hugo Chávez, por temor a la bayoneta calada.
El sector político no partidista del país y la empresa privada han estado al lado de la institucionalidad cuando los militantes extreman sus diferencias. No en vano soportaron el 80% de los puestos de trabajo en épocas de tolerancia y libertad.
Hoy voces se levantan pidiendo congregarse para ventilar las posiciones. Por la importancia que representa para la nación escuchar propuestas por la paz, presento, parcialmente por motivos de espacio, el documento que Gustavo Cisneros, empresario venezolano internacional, propone como una fórmula a ser considerada. Al igual que Cisneros son miles quienes aspiran la tolerancia y el bienestar común:
“Con la violencia en ascenso, la situación en Venezuela ha alcanzado un punto insostenible al cual no podemos ser ajenos.
Desgraciadamente, hoy la intolerancia y la desconfianza, así como el ánimo de confrontación visto en nuestras calles, parecen reinar en el país. La reciente advertencia por parte de la Comisión Nacional de Telecomunicaciones (CONATEL) a proveedores de Internet para bloquear los sitios web que “agredan al pueblo venezolano” y “causen desestabilización y zozobra” es una clara muestra de ello, al igual que la consideración de una posible restricción para el ingreso a redes sociales como Twitter y YouTube.
Ante este tipo de actitudes, la idea de sentar en la mesa a dos Venezuela tan distantes parece lejana.
Necesitamos comenzar un diálogo sincero, trabajar juntos en la construcción del país que todos deseamos: un país en el que todas las opiniones cuenten; en el que el respeto de los derechos humanos, los derechos de las minorías y la estabilidad no estén peleados. Un país de progreso en el que las madres de familia no necesiten hacer una larga fila para adquirir lo básico. Un país en el que la gente pueda caminar confiada por la calle. Un país en el que los jóvenes puedan alcanzar sus sueños. Un país en el que sus periodistas no tengan que jugarse la vida todos los días para hacer su trabajo, en el que la libertad de expresión y el oficio de la comunicación sean respetados. Un país en el que todos los venezolanos podamos expresarnos y ser escuchados.
El nivel de polarización que ha alcanzado Venezuela merece ya la mediación externa de una figura que goce de credibilidad ante ambas partes: un árbitro que conozca y quiera a Venezuela y que comprenda la complejidad de su situación. Alguien que cuente con capacidad técnica para llamar a la reconciliación, con disposición para el diálogo y cuyo fin último sea la consecución de la paz y la unión entre todos los venezolanos.
En este contexto –tal como diversos personajes han propuesto ya– la intervención de una figura al margen de cualquier interés político, como la del Papa Francisco y la ecuánime cancillería del Vaticano, emergen como la opción más viable.
Se puede o no estar de acuerdo con lo propuesto hoy en Venezuela, es justo ese debate el que da fuerza a toda democracia. Lo que no podemos negar es lo insostenible de la situación que atraviesa hoy nuestro país, donde la protesta es un derecho como lo es en cualquier sociedad democrática; no obstante, debe poder hacerse sin violencia.
Si queremos encontrar la reconciliación, resulta indispensable el cese a la persecución; así como la investigación independiente y transparente de los fallecimientos ocurridos y las denuncias existentes sobre violaciones a los derechos humanos durante las protestas. La violencia –provenga de donde provenga– es totalmente reprobable.
Tal como ha sido la constante en las grandes transformaciones de América Latina, los jóvenes venezolanos han sido los primeros en alzar la mano, mostrando al mundo el espíritu de nuestra patria: echado pa’lante, decidido, valiente, que no se doblega. Se trata de jóvenes que entienden que el progreso también está ligado con el bienestar de los menos favorecidos; que son capaces de visualizar las consecuencias, a mediano y largo plazo, que trae consigo la carencia de certeza; y que pugnan por la reconstrucción del país.
Hoy me duele mi Venezuela tan dividida, me duele el grado que han alcanzado nuestros desacuerdos. Me duele una Venezuela que sufre; pero confío en que el amor que los venezolanos sentimos por nuestra patria nos permitirá superar la intolerancia que ha dominado el escenario político en los últimos años, para dar paso al debate democrático y a la recuperación de la confianza en las instituciones. No podemos darnos el lujo de continuar divididos.
Si bien este pronunciamiento recibirá, estoy seguro, críticas de muchos; también estoy convencido de que si las partes se sientan a la mesa del diálogo –contando con una mediación externa como la del Vaticano–, mi país encontrará de mutuo acuerdo, la paz y la reconciliación que todos aspiramos”.
Director de Venenoticias.