Es bien sabido que democracia es mucho más que ganar unas elecciones por la vía del voto. Es la defensa y promoción del Estado de derecho, de la independencia de los poderes públicos, de las libertades individuales y colectivas, de las garantías para los que no piensan igual que el gobierno de turno, entre muchas otras.
Nada de esto se cumple hoy en la presidencia de Nicolás Maduro.
Lo sucedido el fin de semana pasado es otra muestra de ello. Dos de los más influyentes líderes de la oposición venezolana continúan encarcelados, en unas condiciones más que difíciles y prácticamente aislados. Tuvieron que ir el expresidente colombiano Andrés Pastrana y su par boliviano Jorge Quiroga –quienes, junto con otros exmandatarios, cumplen una encomiable y porfiada misión humanitaria de apoyo y denuncia– para que Patricia Ceballos pudiera ingresar a visitar a su esposo, Daniel Ceballos, que fue recientemente trasladado de la guarnición militar de Ramo Verde a un penal común en Guárico, uno de los más peligrosos del vecino país. Los exmandatarios lograron visitar, en cambio, al alcalde de Caracas, Antonio Ledezma, quien está en prisión domiciliaria luego de ser operado de una hernia.
La situación del exalcalde de San Cristóbal es más que dramática porque, con el otro gran líder opositor encerrado, Leopoldo López, declaró una huelga de hambre hace una semana. Verlo rapado y con el traje amarillo de recluso común aumenta la humillación y, por supuesto, la indignación de los miles de personas que marcharon el sábado en varias ciudades para exigir lo mismo que ellos: que se defina la fecha de las próximas elecciones parlamentarias, que cesen la persecución y la censura y que sean liberados los presos políticos. Nada que sea descabellado.
En teoría, ellos levantarán su ayuno cuando el Consejo Nacional Electoral dé una fecha para esos comicios, pero no es claro si Tibisay Lucena, la muy alineada presidenta del CNE, no la ha fijado en espera de que un milagro o un vuelco providencial de los sondeos empiece a salvar a los candidatos chavistas de la hecatombe que, en apariencia, viene pegada al derrumbe de las condiciones de vida del venezolano del común y al desastroso manejo de las finanzas de uno de los países con mayores recursos energéticos del mundo. No hay decisiones que alivien el bolsillo de los ciudadanos, mientras la inflación y el desabastecimiento galopan.
Recuerda Quiroga que cuando fue detenido el difunto Hugo Chávez al intentar derrocar el gobierno de Carlos Andrés Pérez, en 1992, a él sí se le garantizaron sus derechos como prisionero, y pudo gozar de las visitas de amigos, familiares, abogados y correligionarios. Hasta entrevistas le dejaban conceder. Allí se forjó ese ‘animal político’ que fue indultado por el presidente Rafael Caldera para luego arrasar en casi todas las elecciones que enfrentó desde 1998.
Por todo esto, y ante el silencio de la región, hay que destacar la declaración que ayer dieron a conocer veintisiete exgobernantes de América Latina y España. En ella le piden a Maduro crear un “clima de diálogo” y respetar las “libertades y derechos fundamentales”, algo que hoy parece un sueño ingenuo y lejano, en un país al borde del colapso y sin soluciones a la vista.
El Tiempo
Editorial
Hambre de democracia
El Tiempo. Bogotá, 2 de junio de 2015