El miércoles pasado, el diario oficialista Últimas Noticias abrió su primera página con un titular perverso: “La MUD no marchará el sábado”. Se refería, por supuesto, a la convocatoria formulada el domingo anterior por Leopoldo López, mediante un video grabado en su calabozo de la cárcel militar de Ramo Verde, a una gran marcha el 30 de mayo en todas las ciudades del país para exigir la libertad de los presos políticos.
El régimen había divulgado el video por Venezolana de Televisión con la intención de colocar a la MUD en su encrucijada existencial de siempre (ser oposición sin hacer oposición) y la alianza cayó en esta nueva trampa caza-bobos de inmediato, sin la menor vacilación. Paradoja que se puso claramente de manifiesto en el comunicado entregado a la prensa por la MUD para informar que la alianza respaldaba la causa de los presos políticos, pero no se sumaba a la propuesta de López porque el líder de Voluntad Popular no había consultado su decisión con los mandamases de la MUD. En el marco de esta turbia maniobra, el titular de Últimas Noticias sencillamente aprovechaba el traspié para meter a fondo el dedo en la llaga.
No se trata, sin embargo, de una situación nueva. En mis libros Venezuela en Llamas y Al filo de la noche roja, publicados por Mondadori en 2004 y 2006, dediqué muchas de sus 800 páginas a analizar el origen, desarrollo y efectos devastadores de esa contradicción interna de la oposición, cuya primera y quizá principal consecuencia fue la catastrófica derrota del antichavismo en el referéndum revocatorio. La persistencia de un sector de la oposición en ese error de la mansedumbre sin otro sentido que eludir los riesgos de la confrontación, lo volví a tocar el pasado mes de agosto, cuando después de meses de protestas, decenas de jóvenes asesinados y centenares de detenidos, y en el marco de mi polémica con Ramón Guillermo Aveledo sobre los caminos opuestos que dividían a la oposición, volví a ocuparme del tema.
En el primer párrafo de mi columna de entonces, “La encrucijada de la MUD”, señalaba que “hace algunos meses, cuando en un solo clamor se mezclaban en las calles de Venezuela el estruendo de las protestas estudiantiles y la tesis de ‘la salida’, la oposición parecía a punto de dividirse entre quienes… se cuidan mucho de no hacer olas que sirvan de pretexto para que el régimen altere sus planes electorales y recomiendan usar la espera para construir una mayoría electoral, y quienes tratan de acelerar los tiempos del proceso para generar un cambio político lo antes posible”.
No se dividió la MUD en ese momento, pero el continuo equívoco de sus dirigentes ante la represión desatada por el régimen y el llamado que hizo Aveledo a abandonar las calles tan pronto como la Guardia Nacional se llevó preso a López en un carro blindado, la hirió de muerte. Aveledo renunció muy poco después a la Secretaria Ejecutiva y la alianza, en las inciertas manos de su sucesor, incapaz de satisfacer los crecientes reclamos de una población asfixiada por la falta de libertad y los excesos de la crisis, ingresó en lo que parece ser la etapa final de su agonía.
Escribo estas líneas el viernes. Ignoro, pues, lo sucedido el sábado. Algo sí podemos anticipar. La presencia en las calles de dirigentes y candidatos de diversos partidos de la MUD, incluso de Henrique Capriles, pone en evidencia, por primera vez en su breve historia, que en el seno de la alianza ha estallado una rebelión terminal. O triunfa ahora la rebelión interna y la MUD se recompone para estar a la altura de la crisis política, o se encierra aún más en el subsuelo de la inacción y se resigna a morir la muerte ineludible de los organismos que han dejado de servir para algo.
Armando Durán
Rebelión en la MUD
El Nacional. Caracas, 1 de junio de 2015