Desde que Obama declaró que Venezuela era una amenaza para la seguridad de Estados Unidos e impuso sanciones a funcionarios del régimen involucrados en violaciones de derechos humanos y actos de corrupción –todo esto anunciado en una cadena que duró tan solo cuatro minutos–; no he hecho más que pensar en el enorme favor que le hizo Mr. Barack a Nicolás, su homólogo venezolano.
Maduro, como revelan todas las encuestas, ha ido en picada. Su popularidad desciende a pasos agigantados. La apreciación que tenemos los venezolanos sobre su gestión de gobierno solo logra calificaciones que oscilan entre malo o pésimo. Cuando preguntan quién es culpable de todo el desastre que estamos viviendo, nuestros dedos acusadores apuntan a un solo responsable: ¡Nicolás! Quien con su ineptitud, su incapacidad, su tozudez e, incluso, su escasísimo intelecto –que queda en evidencia en sus breves intentos de locuacidad tratando de imitar al difunto– se ha provocado este descenso acelerado, hasta en las filas del chavismo, que ya no lo ven con tan buenos ojos; pero, que todavía se lo calan por razones ideológicas y por respeto a la voluntad del Comandante Eterno Insepulto.
Pero entonces, habla Obama desde el Norte y Nicolás aprovecha esas declaraciones –asesorado hábilmente por los cubanos– para arroparse con la Bandera tricolor, dársela de ofendido, despertar el sentimiento nacionalista y tratar de aglutinar a los venezolanos en torno a la consigna antiimperialista: #ObamaderogaeldecretoYA. Habla Obama, y todo lo demás, todo lo grave que está ocurriendo en el país, pasa a un segundo plano, desplazado por esta “emoción patriótica” y “estos ejercicios militares para defendernos de los yanquis invasores” que ahora ocupan las mentes de quienes creen que en Venezuela desembarcarán los Marines y la US Navy. En este momento crucial para nuestra nación, en el que estamos al borde del colapso económico más grande de la historia, el trending topic es cómo vamos a repeler la agresión americana. No el desvío de fondos del erario público que aparecen en bancos extranjeros. No que a los españoles de Podemos, Chávez y su combo, les pagó sumas exorbitantes para darle cuerpo al inentendible socialismo del siglo XXI. No la inseguridad, la escasez, la inflación y la pobreza desbordada que afectan a nuestra patria. Habla Obama e, inmediatamente, Nicolás lo acredita y lo vuelve –tácitamente– su jefe de campaña.
Porque resulta que detrás de todo este show que rápidamente se montó el desgobierno –que abarca desde concentraciones en apoyo a Nicolás (con cartelitos en los que se lee “Gringos go home”) hasta la imposición de que en las escuelas los niños escriban composiciones en contra de Barack– la mirada está puesta en las próximas elecciones de los diputados que ocuparán la Asamblea Nacional. Sin necesidad de encuestas –porque la calle habla por sí sola– de realizarse las elecciones en este momento –claro, en un escenario hipotético donde el CNE actúa con la imparcialidad que se requiere– el chavismo no la tendría fácil. Los números no los favorecen. Perderían curules. De eso no tenemos dudas, a pesar de que el descontento de los chavistas aún no logra ser capitalizado por la dirigencia opositora; pero, esa es materia que, sin duda, abordaré en otro artículo.
La sanción que firmó Obama contra funcionarios venezolanos, nos sorprendió, pero al mismo tiempo, nos puso capciosos. Tiene muchas aristas y Maduro ha sabido aprovecharlas para comenzar a hacer la campaña electoral de su partido. Sin embargo, hay otra tesis, que explicaría la razón por la cual Obama califica a Venezuela como un peligro para Estados Unidos: y es la que encontramos en el libro Reconceptualización de la seguridad de las Américas en el Siglo XXI, en el capítulo dedicado a Venezuela, escrito por el analista Joseph M. Humire, (Reconceptualizing security in the Américas in the 21th Century, capítulo “Venezuela: Trends in Organized Crime”) en el que se mencionan las vinculaciones de nuestro país con el narcotráfico, se denuncia la existencia de células del Hezbollah que hacen vida en nuestro suelo patrio bajo el amparo de funcionarios del desgobierno; así como el lavado de dinero producto de negociaciones turbias, donde Pdvsa –la estatal petrolera, otrora orgullo de todos nosotros– aparece involucrada. Esas, a juicio del colega Carlos Alberto Montaner, son las verdaderas razones por las cuales Obama se vio obligado –por el Senado americano– a considerar a Venezuela un peligro. Razones de peso, sin duda; pero, que Nicolás ni loco develará o mencionará, porque las otras razones, la de las sanciones a los funcionarios, le vinieron como anillo al dedo, porque “esa ofensa americana, esa injerencia invasora de los yanquis” fueron las que le permitieron poner en marcha la maquinaria con la que intentará subir en las encuestas y que su mala imagen no impacte directamente en la elección de los diputados. ¡Qué fracaso significaría para Maduro, perder curules! Es tan importante la Asamblea Nacional que Chávez le dijo una vez a la oposición que cambiaba alcaldes por diputados. Perder estas elecciones no se la pasarían por alto sus cómplices camaradas.
También me he preguntado si Obama, aprovechando la sobreproducción y oferta petrolera que hay en los actuales momentos, dejaría de comprar el crudo venezolano. Podría presionar a Nicolás de esa manera. Y entonces: ¿qué haría Nicolás con esos barriles? ¿Los mandaría a China? ¿Se atrevería a perder a uno de sus más importantes clientes, los gringos, esos mismos a los que les está diciendo go home? ¿Los que pagan chin-chin, de contado y sin demora? Hoy cuando Maduro ostenta el récord de haber llevado al país –en un cortísimo tiempo– a los niveles de pobreza que teníamos en el año 2002, siendo Venezuela un país monoproductor y petrodependiente: ¿se atreverá realmente a pelearse con los gringos?... Me huele a reconciliación en los próximos días.José Domingo Blanco Mingo
Barack, ¿jefe de campaña de Nicolás?
El Nacional. Caracas, 21 de marzo de 2015