Estimado Sr. Ministro:
Esta misiva es amistosa, llena de un cariño y de la admiración que usted se ha ganado por la útil obra que realiza en las vías de Caracas. Le escribo porque, así como critico cuando se hacen cosas malas, también elogio cuando alguien, en medio de este desastre, logra hacer algo positivo y digno de destacar.
Sé que en este estalinismofascistaderechadeizquierda, una alabanza mía y además, publicada en El Nacional, es un peligro. Pero… ¡ya no puedo callar más mi admiración! Conste que no se trata de sentimientos raros hacia su persona. No. Yo ya salí del clóset y públicamente confesé que amaba a Ramos Allup. Además, no soy hombre de dos hombres.
Cuando usted comenzó a trabajar con este gobierno, pensé: este ministro no pega. En las reuniones, usted destaca por estar limpiecito, por su peinado de niño travieso y por esos elegantes lentes que resaltan su mirada vivaracha e inteligente. Definitivamente, usted no pega.
¿No me cree? Vea los videos de reuniones con el presidente. Con honrosas excepciones, todos están feítos y mal vestidos, parecen el profesor Jirafales y sus alumnos. Sin embargo, en medio del caos estético, usted resalta con su impecable camisa de cuadritos y su impoluta figura de dandy socialista, en especial cuando está delante de ese pocotón de generales gordotes. ¡Allí usted brilla!
¿Recuerda a los ministros Carlos Genatios, al general Rivero y a Baduel? A ellos, en su momento, les escribí algo parecido por su buen desempeño, y mire cómo los están tratando. Todo porque estaban limpiecitos, eran útiles, exitosos y talentosos, al igual que usted.
Sincerémonos, usted y yo admiramos Estados Unidos, a Mickey, a Obama y a Bob Esponja, por eso no le queda bien estar arengando multitudes contra los norteamericanos. Lo suyo, como hasta ahora lo ha hecho, es mejorar la vialidad y los puentes.
Usted y yo, señor ministro, cuando éramos comunistas, estudiamos y nos graduamos en democracia adeca y copeyana. Pensábamos diferente a los gobernantes y no nos perseguían ni nos negaron empleos.
Yo sigo siendo el mismo Claudio, pero ahora, en el salón del profesor Jirafales, me tildan de escuálido, fascista, derechista pitiyanqui y, además, me prohíben dormir y trabajar en hoteles y teatros del gobierno.
El Troudi, usted es un hombre viable. Vea bien los videos con el profesor Jirafales y sus alumnos. Usted no es de ese salón. Reconózcalo, es de los nuestros, por eso es que lo está haciendo bien.
Claudio Nazoa
Haiman el Troudi un hombre viable
El Nacional. Caracas, 23 de marzo de 2014