Tras escuchar al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, divagar por horas sobre una conspiración de la derecha internacional para derrocarlo, queda claro que inventaría cualquier pretexto para encarcelar a dirigentes de la oposición y reprimir la disidencia.
En estos últimos días, las acusaciones del gobierno han sido más extravagantes y la represión de los críticos aun más feroz.
El jueves Maduro despachó a agentes de los servicios secretos para arrestar a Antonio Ledezma, alcalde de Caracas, la capital, uno de los políticos que ha criticado al presidente. Ledezma fua acusado de ser cómplice de un supuesto golpe de estado respaldado por Estados Unidos. Su arresto se produjo un año después de que fuera encarcelado uno de los líderes de oposición más importantes, Leopoldo López, acusado falsamente de instigar manifestaciones violentas.
“Ustedes saben que la derecha en Madrid, la ultraderecha en Bogotá y la ultraderecha de Miami han establecido un eje para conspirar contra nuestra patria”, aseguró Maduro en un discurso televisado el jueves.
Delcy Rodríguez, la ministra de Relaciones Exteriores de Venezuela, intervino con un detalle absurdo, asegurando en Twitter que “la comunidad internacional debe de saber que el plan golpista contemplaba ataques aéreos contra objetivos tácticos, sin distinción de civiles”.
El miedo de Maduro sobre un golpe de estado parece ser una estrategia de distracción de un gobernante maniaco que es incapaz de lidiar con el lamentable estado de la economía de su país y el rápido deterioro de la calidad de vida, a pesar de tener las reservas petroleras más grandes del mundo. El índice de inflación del país ha llegado al 68 por ciento, la divisa ha estado en picada desde hace meses y el mercado negro reina, ya que las tiendas controladas por el estado sufren por la escasez crónica de alimentos.
Ledezma, quien fue elegido democráticamente y hasta ahora ha reaccionado con notable estoicismo, es el más reciente de los críticos del gobierno atrapado en procesos judiciales. El gobierno de Maduro ha entablado procesos legales contra 33 de los 50 alcaldes del país que han criticado su autoridad.
En Estados Unidos, el Departamento de Estado reaccionó rotundamente para criticar la acción contra Ledezma y refutar la acusación de que Washington estaba ayudando a tramar un golpe de estado. “Lamentamos que el gobierno venezolano siga acusando a Estados Unidos y a otros miembros de la comunidad internacional por los eventos que ocurren dentro Venezuela”, señaló el Departamento de Estado en una declaración. “El gobierno venezolano debe manejar la difícil situación a la que se enfrenta.”
En un discurso televisado, Juan Manuel Santos, presidente de Colombia, también expresó su preocupación por los acontecimientos en el país vecino, haciendo un apasionado llamado para que se respeten los principios democráticos.
Aunque Maduro diga que está tomando medidas contra un posible golpe de estado, la verdad es que el movimiento opositor está muy mal organizado y no ha sido capaz de movilizar a la población contra Maduro, como tampoco pudo hacerlo contra su predecesor, Hugo Chávez.
Los líderes que critican a Maduro expresan grandes diferencias ideológicas y sobre la mejor estrategia para provocar el cambio político. Ahora que ha empeorado la situación del país, sería prudente que se unieran para abanderar principios democráticos en los meses que faltan para las elecciones legislativas, programadas para fines de este año.
Proponer una opción atractiva y viable al gobierno errático y autoritario de Maduro daría a los ciudadanos una manera de deponerlo mediante las urnas. Pero con tantos líderes de oposición enfrentándose a acusaciones judiciales, obviamente no será nada fácil. Pero sería posible si la comunidad internacional sigue defendiendo la causa de los perseguidos e insiste en que se celebren elecciones justas.
Las teorías conspirativas de Maduro seguramente no cesarán, pero incluso entre los que lo apoyan ya ha agotado su credibilidad.
Editorial New York Times
Maduro y sus delirios de conspiración en Venezuela
New York Times. New York, 24 de febrero de 2015