¿Cuál es el origen del noble género trágico ateniense que tanto hizo por elevar el espíritu humano? Más de seis siglos antes de nuestra era esa sinfonía profunda y exquisita se dejaba oír en las melodías de los coros dionisíacos.
Eran hermosas reflexiones ético-estéticas que no tardaron en florecer en las robustas obras de Esquilo, Sófocles, Eurípides, Aristófanes. La cultura occidental nacía en el medio de aquellas sublimes entonaciones.
Los primeros coros se expresaban en un estado anímico místico, una sensación trascendental, una comunión con la divinidad, a la que se exaltaba con ditirambos extremadamente elogiosos, todo inmerso en el turbión de la creatividad artística.
Pero hoy esa palabra, "ditirambo", es usada en tono sarcástico para burlarse de adulantes y cuida-puestos, de incondicionales que derraman loas en obsequio a "gendarmes necesarios" y aún de dictadores empequeñecidos.
No diré que este tipo caudaloso de funcionario carezca en todos los casos de talento. A algunos más bien puede sobrarles, lo que los hace más útiles. En México el denso pensador Emilio Rabasa y en Venezuela intelectuales notables como Gil Fortoul, Vallenilla Lanz o Pedro Manuel Arcaya, han sobrevivido, unos más que otros, a ciertos momentos de obsecuencia dócil frente a poderosos hombres llamados necesarios, cuales Porfirio Díaz, Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez.
La obra de Rabasa, lo salvó incluso a la mirada de los guerrilleros que redactaron la Constitución de Querétaro en el México de la revolución o incluso del Plan de Ayala, aromatizado de exaltaciones zapatistas.
A Gil Fortoul se le considera actualmente uno de los grandes historiadores de Venezuela, con obra de lectura y reflexión obligadas. Vallenilla, con sus pro y contra, pudo despertar cierta admiración en Luis Alberto Sánchez, quien sería el rector emblemático de la Universidad peruana de San Marcos.
Otros no tuvieron tanta suerte ni talento como para sobrenadar en la viscosa laguna de la adulación. En todo caso, sirva lo expuesto para reconocer lo que deba ser reconocido y desterrar lo que deba ser desterrado en el universo de quienes se derraman o entregan a su "amo". La expresión no es mía, sino del célebre guerrero antigomecista Emilio Arévalo Cedeño contra el embajador del general Gómez en Colombia.
Habrá siempre que hacer matizaciones entre los servidores de autócratas, pero generalmente el signo dominante es el servilismo lacayuno, y si no, valga recordar instituciones como el Congreso venezolano que en 1921 votó, unánime y rendido de amor, la consagración del tenebroso tirano "como el hombre necesario a quien corresponde la dirección única de esta obra de rehabilitación nacional".
¿No les suena familiar esta babosidad? Comparemos diplomáticos. El embajador plenipotenciario de Gómez, Esteban Gil Borges, pronuncia una oración en el Central Park de Nueva York al ser inaugurada la estatua ecuestre del Libertador. La pieza oratoria es valiosa, pero a Gil Borges "se le olvidó" mencionar el nombre del dictador venezolano, razón por la cual fue echado del cargo.
Maduro no es Gómez. Las circunstancias internacionales y la resistencia democrática no se lo han permitido y probablemente nunca lo hagan. Insulza, un funcionario tranquilo, dado a los equilibrios y a sobreponer las necesidades hemisféricas sobre los agravios personales, no pudo soportar la cauda de insultos, ofensas, amenazas vertidas por los mandamases del país contra presidentes, expresidentes, secretarios de la OEA, perseguidos y encarcelados políticos que aunque no han sido procesados y ni siquiera han esgrimido contra ellos los más tenues indicios de culpabilidad, los llaman "asesinos" "golpistas", "apátridas", "criminales" y "agentes de la CIA".
Cualquiera sabe que Insulza, muy renuente a los intercambios violentos, es dado al diálogo. En su opinión Venezuela lo necesita más que nunca debido a la fuerte crisis que vive. Pero ahí saltó el embajador Roy Chaderton.
Quizá hubiera ayudado a mitigar el creciente aislamiento y descreencia que abruma a su gobierno, con algún género de acercamiento. Es lo que se espera de un diplomático normal frente a una ¿crítica? tan suave como la emanada del secretario general de la OEA, pero Chaderton ya no es un diplomático normal sino un furioso revolucionario que no busca consensos, sino confrontaciones y conflictos.
El hombre conoce el mundo de la diplomacia. Es un profesional con más experiencia que muchos de sus colegas americanos. Muchos, he dicho. Chaderton sirvió con amor y habilidad (tengámoslo presente) a los gobiernos democráticos de los infamados 40 años. Trabajó para ellos con tranquila eficiencia.
Cuando irrumpió Chávez, rompiendo platos, vidrieras y principios, pocos se aferraron a la pizca de poder que pudieron retener. Entre ellos, para mi sorpresa, Chaderton. ¿Cómo armonizar al pasivo democristiano con el turbulento socialista puñal en boca?
Se me ocurrió pensar que, conforme a lo que se espera de un componedor, Roy intentaría domesticar a Chávez. Quizá aprovecharía su formación, experiencia y manejo político para prevalecer sobre los improvisados Maduro, Jaua, Diosdado.
Pero nada, tampoco fue eso. Chaderton no tiene nunca tuvo- alma de revolucionario ni ganas de arriesgar el pellejo por la "causa" ¡Líbrelo el Señor! Al verlo ahora con los puños en alto arremetiendo contra el bueno de Insulza, pienso en lo que él sabe acerca de violaciones de su gobierno a derechos humanos (remember, "la tumba") asaltos a caudales públicos, destrucción de la economía, agresiones a medios y periodistas y naufragio del nivel de vida de sus compatriotas; al escucharlo repetir la falacia del "salario mínimo más alto de Latinoamérica" y mirar para otro lado cuando se habla de inflación, deuda, homicidios callejeros, me pregunto si aún podrá hacer algo útil que salve su reputación en la Venezuela del porvenir.
Américo Martín
Borrasca endógena
Tal Cual. Caracas, 21 de febrero de 2015