Un gran pendón cuelga del segundo piso del Teatro Teresa Carreño. Anuncia un musical llamado De arañero a Libertador. Un subtítulo nos explica que es “un homenaje al gigante”. Todos sabemos que Simón Bolívar es el Libertador. Pero Bolívar no fue “arañero”. El protagonista —no faltaba más— es Hugo Chávez. El niño que vendía “arañas” en Sabaneta, un dulce que se prepara con lechosa.
En la compilación de historias de Hugo Chávez “Cuentos del arañero”, relata: “ustedes saben que yo vendía arañas. Desde niño, más o menos, tengo noción de lo que es la economía productiva y cómo vender algo, cómo colocarlo en un mercado”…
Quizás en ese momento comienza el problema de la Venezuela del s. XXI: desde que Chávez creyó que, en efecto, sabía de economía productiva.
¿Pero cómo no creerse todo lo que inventaba, si “nació parado”?… Si el día del golpe del 4F no hubiera salido en televisión, tal vez jamás hubiera llegado a la presidencia de la república. Pero el haberse ido a esconder en el Museo Histórico Militar le abrió las puertas del mundo y el 11A le sirvió para construir en torno a su persona la épica que hoy narran ad nauseam vallas, programas de radio y TV, musicales, libros y cualquier otra medio de divulgación y comunicación.
¿Se habrá creído Chávez que él era el nuevo Libertador? Probablemente sí. En su infinita soberbia no cabía nada menos. No dudo que haya creído que estaba reivindicando injusticias… pero una injusticia no se resuelve creando otras injusticias. Y aquí estamos: esclavos de nuestra situación de valores, porque los pocos que había se los llevó la marea roja —y la no tan roja también. Aquí ya nada nos turba, nada nos sorprende. La eterna historia del “huelefritismo” criollo que le abre las puertas a todo el que tiene real, sin importar de dónde provenga. Para muestra, las manos inmundas de los muchachos “de sociedad” que no les ha importado ensuciarse a costa de saquear los dineros de la nación.
Somos esclavos de nuestra situación social: me espantó saber que hace unos meses, en un mercado popular donde asesinaron a un vendedor temprano en la mañana, la gente pasaba por encima de su cadáver cubierto por bolsas negras… ¡como si nada! Y es que la costumbre es una de las mayores fuerzas que dominan a la raza humana. Seis millones de judíos terminaron en los campos de exterminio porque se fueron acostumbrando a ser humillados, maltratados, subyugados, asesinados.
Somos esclavos de nuestra situación financiera: tenemos una economía destrozada, un aparato productivo reducido a su mínima expresión, una moneda hiperdevaluada y un control de cambio que distorsiona aún más las ya distorsionadas figuras de nuestra hacienda nacional.
Y somos esclavos de nuestra situación política. No se puede construir nada sólido ni perdurable si la mentalidad de nuestros gobernantes es de rancho. Hay que salir del rancho, no meter al país dentro de uno. La imagen del arañero esclavizador habla por sí sola: tiene la cabeza llena de ranchos…
Carolina Jaimes Branger
De arañero a esclavizador
El Estímulo. Caracas, 13 de noviembre de 2014