Ledezma, Leopoldo y María Corina
MANUEL MALAVER
El Diario de Caracas. Caracas, 4 de mayo de 2014
Son remotos y sutiles los disensos porque los que, Antonio Ledezma, Leopoldo
López y María Corina Machado, llegarían un día a discrepar de las políticas
oficiales de la MUD y encabezar, de conjunto, un movimiento que, si todavía, no
es la oposición, llegará más temprano que tarde a representarla y personalizarla.
Yo diría que fue siempre su incomodidad -si no rebeldía- ante las “líneas” de
las maquinarias que, a efectos de la estrategia unitaria que se cinceló a partir
del 2006, llegó a tener solo tres nombres: “Primero Justicia”, “Un Nuevo Tiempo”
y “Acción Democrática”.
Contaban con el 40 por ciento de los votos opositores, y al no tener el
“Trío” Ledezma-Leopoldo-María Corina partidos que los acercaran con volúmenes de
no menos de 500 mil votos, no eran “líderes” a tomar, seriamente, en cuenta.
Sin embargo, si se hubiera analizado “objetivamente” la trayectoria de
Ledezma se habría percibido que, si bien no se consideraba “adeco” después de la
catástrofe electoral del partido en diciembre del 98, -cuando el engendro de la
candidatura de Alfaro Ucero-, y su intento de fundar un partido ledezmista no
resultó precisamente exitoso, su capital político en el “Área Metropolitana” se
mantenía intacto y era evidente que lo haría valer en cuanto hiciera falta.
En cuanto a Leopoldo López, también fue distanciándose de “Primero Justicia”
a raíz de su primer ejercicio como Alcalde en el municipio Chacao (2000-2004), a
sentir que le podían crecer alas propias cuando repitió para el siguiente
período (2004-2008) con el 79,3 de los votos, y que ni la tutoría de Julio
Borges, Rosales o Capriles eran recetas que podrían contribuir a su
crecimiento.
Da un paso en falso en el 2006 cuando deja las filas de la organización
amarilla y se inscribe en “Un Nuevo Tiempo”, y otro cuando sale de la derrota en
las primarias del 2012 para apoyar “incondicionalmente” la candidatura de
Henrique Capriles, pero en las dos oportunidades recobra rápidamente la
independencia para continuar en su empeño de ser un líder con destino
propio.
Reforzó esa intuición cuando en las elecciones para Alcaldes del 8 de
diciembre pasado convierte a “Voluntad Popular” en la cuarta fuerza política
nacional al alzarse con 400.000, gana 15 Alcaldías y lo demás es historia muy
reciente para ser contada.
Sobre María Corina Machado lo más pertinente que se puede decir para
perfilarla es que, “como dirigente”, se encontró en “SUMATE”, una ONG que fue
decisiva entre el 2004 y el 2008 para leer las entrañas totalitarias del
chavismo y que le permitió conocer la política y a Venezuela, dos pasiones que
la van embalando como una de las venezolanas más fascinantes de las últimas
décadas.
Su problema es que, como Antonio y Leopoldo, no tiene maquinaria, partido, no
cuenta con cientos de miles de votos que respalden en las urnas sus pretensiones
para ser algo más que una ejecutiva útil, utilísima, como directora de una
ONG.
Con relación a ella, hay otro detalle que la “maquinariocracia” atrincherada
en la MUD deja pasar por alto: en las elecciones parlamentarias de septiembre
del 2010 sale electa con el mayor número de votos logrado por cualquier
candidato de la oposición (235.259) y sin el apoyo de partido, ni alianzas de
partidos.
En otras palabras: que la fórmula (explosiva a futuro) de
Ledezma-López-Machado no se hacía sentir por lo orgánico, estructural y
descifrable, pero en cuanto a su ebullición como amenaza para quienes se le
atravesaran, ignorarla era exponerse al “autosuicidio”
Sucedía con el “Trío” algo que en política es complejísimo captar y deletrear
por la estadigrafía: no son los líderes que consigan soldados para sus
ejércitos, pero (electoralmente) pueden ganar batallas.
La paradoja quedó más que instalada en las elecciones primarias de febrero
para elegir al candidato opositor en las presidenciales del 7 de octubre 2012,
donde el candidato de “Primero Justicia”, Henrique Capriles Radonski, se alzó
con 3 millones de votos, y mientras Ledezma y Leopoldo se retiran por no
exponerse a un mal paso, Machado lo hace y reúne, apenas, 103,000 votos.
Acontecimiento que también ahonda la distancia entre el “Trío” y el status
quo opositor, pues la MUD, y en particular, “Primero Justicia” y Capriles, hacen
valer muy poco los acuerdos unitarios para la campaña, y “los sin votos”, no son
un invitado de segunda: son de tercera.
Otra sorpresa viene por el lado de que Capriles, no es solo el ganador de las
primarias, sino “un huracán político” que logra convertirse en el primer líder
de masas en los ya 14 años de “dictadura electoral” chavista.
Tormenta que se aplaca cuando Capriles es derrotado por Chávez el 7 de
octubre por un millón y medio de votos (Tibisay Lucena dixit) y parece que se
disuelve cuando en las elecciones para gobernadores del 15 de diciembre, la
oposición es rematada y pierde 5 de las 8 gobernaciones que tenía.
Pero los terremotos y tsunamis políticos parece que están a la orden del día
y el 5 de marzo del 2013 muere Chávez, se convocan unas elecciones
presidenciales para el 14 de abril, y ante el estupor de Venezuela y el mundo,
Capriles, que es de nuevo candidato, derrota al sucesor de Chávez, Nicolás
Maduro, por al menos con 500.000 votos.
No es lo que dice, ni podía decir, el CNE chavista, quien pone a Maduro a
ganar con 200.000 votos, Capriles denuncia un fraude y llama al país y a la
comunidad internacional a defender su victoria.
Digamos que es la primera vez que el “Trío” coincide plenamente con una
política de Capriles y, por supuesto, que se ofrece a respaldarlo en toda la
extensión de su reclamo.
Pero es también la primera vez que la MUD discrepa (sin manifestarlo) de
Capriles, pues Borges, Ramos y Barboza piensan que perder con “200 mil votos” ya
es un éxito y lo que queda es continuar esperando el desgaste de Maduro, su
gobierno y el modelo para reducirlo elección tras elección.
Del 14-A surge, entonces, una nueva correlación opositora con Capriles,
Ledezma, López y Machado tratando de derrotar a Maduro en la calle, y la MUD
tratando de regularizar la política y dirigir sus huestes a las parlamentarias
del 2015.
En la ruta, Capriles, retira la lucha de la calle “por un reconteo de los
votos” para llevarla a las instancias internacionales donde es bypaseado, y,
sobre todo, se encuentra con la sorpresa de que, el argumento que necesitaba
para revalidar su mayoría, se le viene al piso, cuando el CNE de Tibisay Lucena,
decide que la oposición había perdido las elecciones para Alcaldes del 8 de
diciembre con el 70 por ciento de los votos.
Fin de año y fin de mundo y la lección resulta clara para la MUD: Capriles
había perdido las presidenciales del 14-A, y la oposición las elecciones para
alcaldes del 8-D y lo que queda es legitimar a Maduro, admitir una suerte de
status quo con el oficialismo, y seguir los consejos de Borges y Ramos de
dedicarse a ganarse a las masas, que siguen siendo “chavistas”.
Se rompe, entonces, la nueva correlación, el “Trío” empieza a discrepar de la
MUD y Capriles, y contrario a la espera por unas nuevas elecciones, lo que
plantea es ponerse a la cabeza de un movimiento de masas opositor, de calle y
desafiante, que siente llegar por todos los lados.
No lo hace sino después que el movimiento estudiantil universitario en San
Cristóbal, Estado Táchira, irrumpe con una protesta que rápidamente se extiende
por todo el país, hace estremecer al chavismomadurismo hasta sus cimientos y,
sobre todo, proclama al mundo, con la mayor eficacia, que en Venezuela impera un
reino del terror totalitario y castrista, donde ha desaparecido cualquier
vestigio de estado de derecho y enfrentarlo no descarta ninguno tipo lucha.
Una explosión, un terremoto, un tsunami que encuentran a la MUD y a Capriles
descolocados, aturdidos y desconcertados y ante un dilema inescapable: o admiten
los nuevos liderazgos, el turbión de la presión de la calle, la advertencia de
que no hay uno sino disímiles caminos, u objetivamente se pliegan al status quo
madurista y ya eso es la inmolación.
Lo definitivo, en consecuencia, es que hay una nueva realidad y una nueva
correlación política, que, sin más dilaciones, impone: o la emergencia de dos
oposiciones, o la refundición de las que existen en una, pero multiplicando sus
liderazgos, sus opciones, y estableciendo que la calle tiene una voz y una
acción que, “por ahora” se llaman: “Ledezma, Leopoldo y María Corina”.