A medida que transcurre el tiempo y avanzan la
destrucción y la muerte, la “revolución bolivariana” pierde los pocos vínculos
que alguna vez intentó establecer con una ideología y un sentido epopéyico de su
propia historia, y deviene en lo que ya es obviamente una marcha sangrienta
hacia la nada. Importa que la dirigencia democrática y en general todos los
venezolanos que nos oponemos al régimen, asumamos con serena lucidez que el
proceso “revolucionario” se ha transformado en una aventura nihilista, es
decir, en un rumbo hacia la nada, hacia un abismo sin sentido alguno.
Ante este sombrío panorama, resulta ineludible
preguntarse si el grupo de veteranos políticos congregados en la MUD, se ha
percatado de la razón profunda que seguramente explica el patente desencanto y
cuestionamiento de que son objeto, por parte de numerosos venezolanos de buena
voluntad. Parece obvio que la razón de fondo del descontento hacia la MUD tiene
que ver con una ausencia de compromiso con la verdad, acerca de la real
naturaleza del régimen y lo que ello significa. No es el “diálogo” como tal lo
más relevante, sino el hecho de que la dirigencia democrática que conforma la
MUD sigue comportándose las más de las veces como si viviésemos en una
situación política normal, en la aparente expectativa de que los códigos de
conducta que prevalecieron durante los tiempos de la República Civil terminen
por domesticar a los nihilistas al mando en el país. Me temo que se llevarán
una inmensa decepción.
El problema central no es el salario mínimo, la tasa de
inflación, el aumento de la gasolina o la escasez de alimentos. El problema
central es el dominio del país por parte de un poder extranjero, la
ilegitimidad de origen y ejercicio de los actuales gobernantes, y el esfuerzo
sistemático para repetir en Venezuela la experiencia totalitaria que nuestros
nuevos amos cubanos usaron para hundir a su nación y perpetuarse en el poder.
La dirigencia democrática tiene el deber ético de
apegarse a la verdad y realizar una labor pedagógica hacia el pueblo llano,
hacia esos sectores populares que todavía no alcanzan suficiente claridad
acerca de lo que está en juego en Venezuela. Se impone dejar de lado la ficción
de una política “normal” ejercida en circunstancias que no lo son. Se impone
apartarse de negociaciones puramente puntuales y secretas con un régimen criminal
y nihilista, y empeñarse a plenitud en difundir sin ambigüedades un mensaje de
lucha por la independencia nacional frente al dominio cubano, así como de
liberación frente a los designios mortales impulsados por el legado político de Hugo
Chávez.
Revolución y muerte
Aníbal Romero
El Nacional. Caracas, 7 de mayo de 2014