Dialogando
EDITORIAL EL ESPECTADOR
El Espectador. Bogotá, 14 de abril de 2014
El primer encuentro entre el Gobierno y la oposición en Venezuela, tras 15 años de chavismo y de cara al país, se cumplió gracias a las gestiones de los cancilleres de Unasur. Coincidió con los dos meses cumplidos de protestas y represión con más de 40 muertos, así como numerosos heridos y detenidos. Ambas partes dejaron ver sus fortalezas y sus falencias. O continúa el diálogo, con entendimiento y opciones de cambio, o las cosas van a continuar muy de mal en peor.
Se debe resaltar que tanto el presidente Nicolás Maduro, como los líderes sensatos del movimiento opositor, decidieran “darse la pela”. A pesar de las presiones y señalamientos en su contra, especialmente para estos últimos, se sentaron frente a frente y se hablaron con respeto y franqueza. Sin los improperios, insultos y descalificaciones permanentes del contrario que han sido pan de cada día. Muy en especial desde la esquina oficialista y su conocido discurso flamígero.
El resultado del primer encuentro les da la razón a Henrique Capriles, a Ramón Guillermo Aveledo y a los demás dirigentes opositores que aceptaron el reto de acudir a Miraflores. Contrario a lo expresado por María Corina Machado, Leopoldo López y un sector de los estudiantes, agoreros de la inutilidad del mismo y quienes ahondan la división de la oposición. La catarsis de la cantada de tabla, no sólo unos a otros sino ante el país, era muy necesaria. Se escucharon señalamientos válidos de lado y lado, algunos con excesiva retórica como en el caso del Gobierno. Ahora que la puerta queda entreabierta hay que ampliar ese espacio de encuentro y discusión.
No se esperaba que de una primera ronda salieran soluciones mágicas a los muchos problemas. La salida, contrario a lo que piensan quienes insisten en que hay que sacar a Maduro de la Presidencia, tiene que ser dentro de la institucionalidad. Aun a costa de la realidad actual frente a la separación de poderes y del nulo respeto por la otra mitad del país que adversa al Gobierno. Insistir en las protestas con cierre de calles mediante las “guarimbas” o barricadas, en los barrios de clase media no conduce a nada distinto a legitimar la represión del Gobierno y al cansancio de sus propios habitantes, que ya comienzan a hartarse de esta realidad cotidiana.
De allí que haya que aprovechar la facilitación abierta por los cancilleres de Colombia Brasil y Ecuador, así como del representante del papa. En adelante las cosas no pueden continuar igual. De lado y lado de las dos vertientes que dividen a la sociedad venezolana deben darse resultados. El Gobierno ha dado algunos pasos con la detención y juzgamiento de miembros de la policía política, el Sebin, y de la Guardia Nacional, como responsables de algunos de los asesinatos ocurridos durante las protestas. Es algo. Falta demasiado por hacer, pero al menos hay una voluntad mínima del chavismo por aclarar lo sucedido, así sea debido a la presión internacional.
Al respecto, no hay que olvidar que dentro del Gobierno también hay división. Las discrepancias entre Nicolás Maduro y el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, son evidentes. Los analistas consideran que Maduro actúa con la espada de Cabello blandiendo sobre su cabeza. Como lo señalara Capriles hace unas semanas, frente al “Maduro vete ya”, mantra de los opositores radicales, vendría el “Diosdado vente ya”. No es un vano aforismo, ya que este último es el fiel de la balanza al controlar las fuerzas armadas, por provenir de sus filas. De esta manera las tacadas en el billar político de Venezuela van a muchas bandas.
Lo cierto es que mañana se llevará a cabo el segundo encuentro Gobierno-oposición. Sólo el tiempo permitirá saber si con el tiempo habrá una salida concertada, democrática e institucional a la grave crisis por la que atraviesa el país. Donde no puede quedar duda, como lo expresara la analista Paulina Gamus, es que al final del día puede que se haya dado un diálogo de sordos, pero no necesariamente de mudos.