ORLANDO OCHOA TERÁN
28 de marzo de 2014
Es posible que uno de los factores de la violencia que
consume las últimas energías del organismo bolivariano tenga relación con la
diferencia de estatura entre Diosdado y Maduro?
Groucho Marx aconsejaba quedarse callado y pasar por un
tonto antes que abrir la boca y despejar toda duda. Si Diosdado Cabello hubiera
seguido este consejo aún tendría parte de la aureola de líder sagaz e
inteligente que injustamente se ganó en Conatel y durante los primeros años de
esta caótica revolución. Muchos bolivarianos cifraron en él la esperanza de que
recibiera el legado de Chávez hasta que surgió la especie, en medio de los
acontecimientos de abril de 2002, de que se disfrazó de enfermera y maquillado
huyó en una ambulancia para más tarde y a regañadientes, presentarse en
Miraflores para asumir la presidencia por breves horas. Entonces no tuvo el
coraje para demandar a ninguno de los medios que recogieron el desaliñado
suceso.
Preocupado por esta percepción pública que le asignaba el
rol de segundo de abordo y heredero de Chávez al tiempo que lo señalaban como
el político con la mayor fortuna del continente, acudió a una zalamería que
sólo es posible encontrar en los registros adulatorios del entorno de Stalin,
Hitler o Idi Amin, para hacerse perdonar. A través de una de las más impúdicas
confesiones públicas jamás pronunciadas en Venezuela, Diosdado sostuvo que
“como el dedo de Chávez fue electo por siete millones y medio de personas (ese
dedo) era superior a cualquier otro método” (de elección). Para poder validar ese
dedo como el único elector del país, Diosdado advirtió que buscaría “meter de
nuevo la reelección indefinida”.
En otra oportunidad, este basilisco irritable e intolerante,
a quien la presencia de María Corina le subleva los nervios a niveles de histeria,
admitió que sería hasta concejal de un pueblito si así lo dispusiera Chávez,
preguntándose a continuación “¿quién soy yo para decidir?” Para adoptar esta
vergonzante posición de sumisión, alegaba Diosdado, “se necesita conciencia” y
yo, Diosdado Cabello, la tengo bien clarita”. Recientemente, el presidente del
Poder Legislativo, en un alarde de revisión filosófico-político de los
principios de separación de poderes de Montesquieu, ha proclamado de todas las
maneras posibles que Maduro es su jefe.
El desglose
Con intermitencia la personalidad de Diosdado se desglosa,
se divide o se fracciona en funciones separadas y contrastantes, como si de un
Jekyll & Hide bolivariano se tratara. Así como no tiene pudor ni freno
moral en la obsecuencia con sus jefes tampoco lo tiene contra aquellos que él
percibe débiles o vulnerables cuando está atrincherado con poder.
El caso de Diosdado no es extraño en el mundo castrense
donde los cadetes son sometidos a entrenamientos rigurosos con el objeto de
inculcarles una disciplina de subordinación, que muchas veces bordea la
sumisión, para luego aprender a ejercer los principios de mando en los que
subyace la idea de que para mandar hay que primero saber obedecer.
Retirado como teniente, Diosdado recibió el aprendizaje de
subordinación y no tuvo tiempo de recibir los principios de mando que comienzan
con el rango de capitán. Diosdado es pues un autodidacta del mando con un
sustrato mucho más sólido de sumisión y subordinación. Es posible que esto
explique por qué Diosdado es infinitamente más relamido y sibilino adulando que
confrontando a un adversario.
Esta dicotomía también pudiera explicar ese afán desmedido
de ser ascendido a capitán y coronar, por lo menos en teoría, el ansiado
aprendizaje de mando sin haber tenido reparo alguno en violentar descaradamente
la Ley Orgánica de la FAN que obliga a estar en actividad para ser ascendido
porque de estar activo no podría ser diputado a la AN.
Napoleoncito
Un siquiatra amigo tiene una plausible teoría. Me hizo notar
que la personalidad de Diosdado está caracterizada por una dominante y sobre
agresiva conducta social muy semejante al
mecanismo compensatorio que sufren algunos sujetos de baja estatura y
que la siquiatría designa como “síndrome o complejo Napoleónico”. “Short Man
syndrome” lo llaman los anglosajones.
Abraham Bunk, profesor de la Universidad de Groningen en
Holanda, reclama haber encontrado evidencias del complejo Napoleónico o del
Short Man syndrome. La conclusión es que los hombres de una estatura de 1.63 m
(alrededor de la estatura de Diosdado) son proclives a ser más celosos y
agresivos que los hombres con más de 1.90 m (alrededor de la estatura de
Maduro).
El “complejo Napoleónico” ha tenido incluso relevancia en
investigaciones científicas donde se ha observado que pequeños organismos toman
la iniciativa de actuar agresivamente
contra organismos superiores en tamaño en contraste con el reino animal donde
los más grandes son los más agresivos. En algunos casos se ha notado que en 78%
de las peleas entre estos organismos fue por iniciativa de los más pequeños y
los que infligieron la primera mordida, pero en un 70% los pequeños perdían la
pelea. Esta es el caso de las especies marinas de machos Xiphophorus nigrensis
y Xiphophorus multilineatus.
¿Resiente Diosdado que María Corina sea más alta que él?
¿Domina la violencia gubernamental la agresividad de este Petit Napoleón sobre
el más lerdo pero de más estatura Maduro? ¿Será posible que uno de los factores
sociales de la violencia que consume las últimas energías del organismo
bolivariano tenga que ver con la relación estatura Diosdado/Maduro o
agresivo/lerdo?
28 de Marzo de 2014