Si un Gobierno decide enviar médicos a los países donde más los necesitan, ¿cómo reaccionaría usted? Seguramente aplaudiría a ese gobierno, como muchos aplaudieron a Cuba cuando anunció el año pasado que enviaría a África una misión de casi 500 médicos para combatir el ébola. Si luego le dicen que ese mismo gobierno viola los derechos básicos de los médicos de las misiones, ¿qué diría? Probablemente criticaría al gobierno por esas violaciones. Pero esas críticas no serían críticas a la labor de los médicos ni a la idea de enviar trabajadores de salud a otros países. Serían críticas a los abusos del gobierno.
El caso de Cuba no pareciera admitir estos matices. Rara vez los aplausos a las misiones médicas van acompañados de denuncias a los abusos cometidos contra los profesionales que las integran. Es como si señalar estos atropellos de alguna manera denigrara la labor misma de los médicos o desestimara la importancia de las misiones internacionales de salud.
En el mundo siempre habrá lugares con una grave escasez de doctores. Ayudar a la población de estos lugares es una tarea importante, lo cual explica las loas a la diplomacia médica cubana. Según cifras oficiales, más de 250.000 médicos cubanos han servido en el exterior durante las últimas cinco décadas. Ahora, hay alrededor de 50.000 desplegados en 66 países. En 2005, cuando un terremoto sacudió a Paquistán, el gobierno de Cuba envió inmediatamente una brigada médica. Lo mismo hizo después del terremoto en Haití en 2010.
Pero estas misiones son más que una labor caritativa. Por cada médico, Cuba cobra un monto específico al país anfitrión o a los países donantes a través de organizaciones no gubernamentales o agencias multilaterales. De ese monto sólo una pequeña parte se destina a los gastos de la misión y los salarios de los doctores. El resto lo embolsa el gobierno. De hecho, Cuba obtiene un ingreso anual de aproximadamente 6.000 millones de dólares por la exportación de médicos. Ninguna otra industria cubana, ni siquiera el turismo, es tan rentable.
El caso de la estrategia desplegada en Venezuela es el más extremo, pero no el único. Desde 2003, La Habana recibe de Caracas petróleo en condiciones preferentes, que paga fundamentalmente con trabajadores de salud. Un acuerdo bilateral de 2011 reveló que Cuba cobraba a Venezuela más de 10.000 dólares mensuales por cada médico. Julio César Alfonso, presidente de la ONG Solidaridad sin Fronteras, señala que los doctores cubanos en ese país ganan apenas entre 250 y 350 dólares al mes. Es decir, la isla le paga a cada doctor un minúsculo porcentaje de lo que cobra por su trabajo.
A finales de 2013 el gobierno de Brasil inició el programa Mais Médicos con el objetivo de traer doctores de otros países para prestar servicios a poblaciones de lugares remotos sin asistencia médica. La administración de Dilma Rousseff anunció que pagaría por cada médico cubano 10.000 reais mensuales, que eran alrededor de 4.200 dólares cuando comenzó el programa. Inicialmente Cuba anunció que el salario mensual de los doctores sería entre el 40 y 50% de esa cantidad, pero terminó siendo aproximadamente la mitad del monto prometido. Este salario es mucho más alto que el de los médicos en Venezuela, pero mucho más bajo al de los galenos de otros países que son parte del mismo programa. El pasado noviembre una fiscal brasileña declaró que Mais Médicos era “francamente ilegal”.
Los bajos salarios son solo parte del problema. Organizaciones no gubernamentales, periodistas y académicos como Stéphanie Panichelli-Batalla han recogido testimonios de doctores que integran o han integrado las misiones cubanas. Panichelli-Batalla, profesora de la Universidad de Aston en Birmingham, dice que los médicos de algunas misiones no tienen casi quejas sobre el trato que reciben, pero los de otras describen su experiencia como esclavitud.
En Venezuela, donde trabaja la mayor parte de la fuerza médica cubana internacional, los trabajadores de salud a veces son obligados a trabajar horarios casi inhumanos y a vivir bajo condiciones de hacinamiento, con frecuencia en barrios muy peligrosos. Por lo general carecen de libertad de movimiento y están bajo vigilancia constante. Para evitar deserciones, les dan pasaportes que no admiten visas de ningún otro país y parte del salario lo reciben cuando regresan a Cuba. Algunos han denunciado que sus tareas en la misión incluían proselitismo político.
¿Por qué los médicos aceptan entonces participar en las misiones? Fundamentalmente, por razones económicas. Así su salario sea un pequeño porcentaje del dinero que Cuba recibe, ese porcentaje sigue siendo mucho mayor a su salario en la isla, aproximadamente 60 dólares al mes después de un aumento el año pasado. Algunos también participan en las misiones buscando una vía de escape. Sólo en 2013 y 2014 más de 3.000 médicos desertaron a Estados Unidos bajo un programa especial de visas para doctores cubanos.
Por supuesto, el maltrato a los trabajadores de salud no debería sorprender a nadie. Si el gobierno de Cuba no respeta los derechos de los cubanos dentro de la isla, ¿por qué se comportaría de manera diferente con los médicos que envía al exterior? Aún así, el silencio sigue siendo decepcionante. Tradicionalmente la izquierda ha llevado la bandera de la defensa de los derechos laborales y las condiciones de trabajo justas, así como de la lucha contra la explotación. Y esta lucha ha beneficiado al mundo. Pero en este caso, como en muchos otros, el gobierno cubano ha recibido un trato especial.
Alejandro Tarre
Verdades de la diplomacia médica cubana
El País. Madrid, 25 de mayo de 2015