La “habilidad” más visible de Maduro, además de perseguir a la disidencia, es la invención de “delitos” que endilga a la oposición venezolana, a Estados Unidos o a cualquier país, parlamento o personalidad internacional que se atreva a denunciar la represión existente en la Venezuela arruinada por su régimen. Constantemente Maduro y sus obedientes poderes crean un “presunto plan conspirativo” que pretende acabar con el “paraíso democrático” que nos pinta la hegemonía comunicacional roja. Esta semana imbricaron la “agresión imperial de Obama contra Venezuela” (firmas obligadas de “protesta” incluidas), con la leyenda urbana del “secuestro de niños” que el régimen atribuye, según su práctica usual, a la oposición. Los supuestos “raptos” fueron estratégicamente ubicados en Petare, terreno disidente y, ¡oh, casualidad!, aunque el alcalde Ocariz se apresuró a desmentirlos, quienes diseminaron la falsa especie fueron “motorizados” de genealogía conocida. De seguidas la fiscal denunció un presunto “plan conspirativo con falso caso de rapto de menor” al detener a una “ecuatoriana” con 17.000 bolívares que habría sido “el pago por la invención”. La fiscal ya adelanta que “sabe quién emitió el pago” y espera “que no se hable de persecución política”.
Cinco días llevan “los raptos” y tres semanas la intimidación a menores en las escuelas, y la amenazante visita casa por casa (en reedición de la lista Tascón) para la recogida de firmas contra el “decreto Obama”. Los escándalos fabricados por el gobierno pretenden distraer la atención de una ciudadanía agobiada por la inflación, el inminente aumento de la gasolina, la escasez, las colas y la violencia, de los cuales el régimen no habla. Sin embargo, al ver la prensa internacional, las solicitudes de la ONU, ONG, parlamentos y dirigentes mundiales pidiendo la libertad de los presos políticos y cese de la represión, se constata que Maduro fracasa en su torpe intento de crear golpes en su contra: 82% de los venezolanos encuestados le enrostran que la economía y el país van mal y casi 70% considera que él no tiene capacidad para gobernar. A pesar de la censura, Maduro no puede ocultar que está importando gasolina en el país con las mayores reservas petroleras del mundo; que importa café, que lo producíamos y exportábamos desde tiempos de la Colonia; arroz, del que nos autoabastecíamos y vendíamos externamente en abundancia; y así hasta el infinito. Ahora Maduro intercambia petróleo por café ante el desplome de la producción. Leemos también que “500.000 toneladas de caña de azúcar se quedarán en el campo debido a que las cosechadoras y los camiones están inservibles por falta de repuestos”. Es decir, no habrá azúcar, ni divisas para importarla. Y eso ocurre en medio de “un exceso de azúcar sin precedentes en el mundo, al dispararse la producción” (¿se acuerdan de Jaua y su séquito subidos sobre tractores destrozando los sembradíos de caña en Río Turbio?).
El BCV nos oculta las cifras espeluznantes surgidas de las medidas de Maduro: la caída del PIB este año será cercana a 10% y la inflación podría superar 120% y no porque haya guerra económica del Imperio, sino por el despilfarro corruptor que obliga a Venezuela a pagar 52.000 millones de dólares hasta 2019 por concepto de deuda, aunque tuvieron el petróleo a más de 100 dólares, de los cuales 10.000 millones de dólares deberán entregarse este año con las arcas vacías, los mercados sin inventarios, las farmacias sin medicamentos y los hospitales cerrados por falta de insumos. ¿No se siente culpable Maduro de que nuestros médicos se vean obligados a realizar mastectomías (es decir, sacar los senos de cuajo) porque los equipos de radioterapia están dañados, mientras él compra sistemas antiaéreos para su defensa? ¿No se ha enterado de que la Federación Médica denuncia que su gobierno trae medicinas sin registro sanitario?
Según el Credit Suisse, Venezuela enfrenta este año un déficit en divisas de 23.700 millones de dólares, que no existiría si los corruptos del régimen no hubieran llenado sus cuentas personales en la banca andorrana y otros paraísos fiscales, con miles de millones de dólares del Tesoro Público; si Chávez no hubiera alimentado su ego con la regaladera a sus compinches y Maduro hubiera guardado en las arcas nacionales el realero que ha dilapidado en armas y viajes. El mundo hoy nos sabe pobres, por eso ya no tenemos crédito, ni siquiera para alimentos o medicinas. En Panamá y Aruba exigen a los venezolanos 500 dólares en efectivo para su ingreso, aunque el cupo en efectivo de Cadivi sea de apenas 300 dólares. La pobreza alcanza 48,4% y la hambruna y las enfermedades siguen creciendo porque el Sicad hace meses que no entrega divisas y el Simadi tampoco tiene dólares. Desde hace año y medio Maduro no asigna pensiones en la Misión Amor Mayor.
Los asesinatos, la impunidad y la detención arbitraria de disidentes siguen en aumento en el régimen de Maduro, denuncia Amnistía Internacional. Las “razones” oficiales contra la propuesta del expresidente Felipe González a favor de la libertad de Ledezma y López, son otra mácula para Maduro: González llegó a Chile con la misma misión a favor de los presos políticos chilenos en plena dictadura de Pinochet, y fue atendido cortésmente por sus autoridades.
Hasta el despliegue totalitario del chavismo, Venezuela era vista internacionalmente como un país pacífico, democrático, rico y alegre. Hoy está empobrecida por la corrupción y destrucción de los sectores productivos, y minada por la violencia, la negación de los derechos humanos, y la tristeza.
Marta Colomina
El país agónico que nos deja Maduro
Diario Las Américas. Miami, 29 de marzo de 2015