La detención —brutal en las formas e inaceptable por su significado político— del alcalde de Caracas, Antonio Ledezma, no puede ser justificada de ninguna forma, por más que el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, apele a teorías conspiratorias. El trato vejatorio y violento contra la persona que los caraqueños eligieron como su representante, la violencia empleada —incluyendo derribo de puertas y disparos— y la incertidumbre sobre la situación jurídica y física en la que quedó el detenido son absolutamente incompatibles con cualquier atisbo de existencia de un Estado de derecho.
Maduro no entiende que la democracia no consiste en alcanzar el poder y una vez logrado saltarse cualquier regla y justificar cualquier atropello siempre que esté envuelto en el gastado discurso grandilocuente del populismo. Un discurso que contrapone de forma falsa los intereses del país —de los que el gobernante venezolano parece ser el único intérprete— a los derechos de los ciudadanos y a las reglas de la democracia.
El presidente apunta a una fantasmagórica conspiración que habría urdido un supuesto “eje Madrid-Bogotá-Miami” que “saca barbaridades todos los días” sobre Venezuela. La realidad es la opuesta. Casi a diario se perpetran barbaridades oficiales contra la democracia en Venezuela: la autorización al Ejército para usar armamento de guerra contra las manifestaciones civiles, la detención —hace ya un año— y maltrato físico en prisión del líder opositor Leopoldo López, el despojo de su acta de diputada y la agresión a la opositora María Corina Machado, el acoso sistemático a la libertad de prensa, las expropiaciones arbitrarias y la detención del alcalde Ledezma como si fuera un peligroso terrorista son solo algunos ejemplos.
Con este panorama, es imprescindible que la oposición venezolana adopte una estrategia realista y generosa que supere sus divisiones y personalismos. El abismo ante el que está el país hace necesario dejar de lado ambiciones y agravios, reales o imaginarios, instalados en el pasado. Es urgente presentar un proyecto de unidad para garantizar la calidad democrática del sistema político y el bienestar material de una sociedad sumida en una escasez y una inseguridad inconcebibles hace apenas unos años. Venezuela atraviesa un momento crucial y es fundamental que la oposición democrática muestre que está a la altura del desafío.
Editorial de El País
Basta de represión
El País. Madrid, 22 de febrero de 2015