“La violencia contra la mujer es quizás la más vergonzosa violación de los derechos humanos. No conoce límites geográficos, culturales o de riquezas. Mientras continúe, no podremos afirmar que hemos realmente avanzado hacia la igualdad, el desarrollo y la paz.” Kofi Annan, exsecretario General de las Naciones Unidas
La violencia contra la mujer es un tipo de violencia de género que consiste en toda acción hostil dirigida contra las mujeres por el solo hecho de serlo. Esta violencia presenta numerosas facetas que van desde la discriminación y el menosprecio hasta la agresión física o psicológica y el asesinato. Las Naciones Unidas en su sesión plenaria del 20 de diciembre de 1993, ratificó la Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer, en la que se la reconoce como un grave atentado contra los derechos humanos e «insta a que se hagan todos los esfuerzos posibles, para que la declaración sea universalmente conocida y respetada».
Define la violencia contra la mujer en su primer artículo de la siguiente manera: A los efectos de la presente Declaración, por "violencia contra la mujer" se entiende todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada.
En Venezuela, la materia está contenida en la Ley Orgánica del Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia. La violencia contra la mujer en Venezuela es uno de los delitos que registra las cifras negras más altas en el país, pues está demostrado que quienes la sufren caen en el círculo de miedo y, por tanto, no denuncian.
En 2008, el Ministerio Público recibió 101.705 denuncias de violencia contra la mujer en toda Venezuela. Los casos incluyen desde maltrato psicológico hasta amenazas y agresiones físicas.
Quisiera hablarles también, de otro tipo de violencia, una más personal. Cuando leo el concepto determinado por las Naciones Unidas acerca de la violencia contra la mujer, naturalmente por mi mente pasan los casos vividos por mujeres dentro de los hogares y trabajos de nuestro país.
Pero al profundizar acerca de esta reflexión me percato que en nuestra Venezuela existen mujeres, familiares de los presos, perseguidos y exiliados políticos venezolanos, quienes son víctimas directas del maltrato y la violencia cotidiana. Semanalmente sufren humillaciones al tener que visitar a sus familiares en la cárcel, eso sin hablar de las precarias condiciones que les rodean.
Durante los juicios, las maltrataron continuamente, aplicándoles técnicas dilatorias y maquiavélicas que pretendían acabar con su fe, tanto como con su ánimo y dignidad. Y al final de los mismos juicios, insultaron públicamente su inteligencia y sentimientos al aplicar penas desproporcionadas a una serie de hombres sabidamente inocentes, por quienes luchan incansablemente.
El hecho es que este régimen ha utilizado la violencia contra la mujer casi instintivamente. Olvidando que nuestra población es casi 50% femenina. Olvidando que ellas quienes crían a nuestros hijos, los futuros venezolanos. Olvidando que, incluso algunos de los personajes que accionan esta violencia son mujeres también.
Como si esto fuera poco, en sus programas, columnas, discursos y demás medios comunicacionales, funcionarios de este Gobierno se refieren a ellas, insultándolas directa e indirectamente, casi con fines de entretenimiento público.
En mi caso particular, las mujeres de mi familia, tienen años como víctimas de esta violencia, ejemplo de ello es: la bomba molotov lanzada cobarde y anónimamente en la puerta de nuestra casa; más de 500 mensajes de texto no identificados amenazando contra la integridad moral y física de mi familia; los adjetivos calificativos degradantes que han utilizado para mencionarnos, diferentes personeros del Gobierno. Hay muchos más, pero prefiero detenerlo aquí.
Así ha pasado con mi familia, con la familia de todos y cada uno de las familias de los presos, perseguidos y exiliados políticos venezolanos... y así puede pasarle a cada uno de ustedes.
Por todo ello, les pido su solidaridad con nuestros presos, perseguidos y exiliados políticos venezolanos y su respaldo incondicional a sus familias y muy en particular a sus mujeres maltratadas, las madres, hijas, hermanas de esas familias, mujeres perseguidas y oprimidas, que sufren la prisión política de sus esposos, hijos, familiares.
Finalmente les digo que por la liberación de todos nuestros presos políticos, por el respeto a la dignidad de la Mujer, por el enaltecimiento de nuestra bien amada Venezuela, no es suficiente clamar por la justicia. La gran enseñanza de todo esto debería ser que por más que te hagas el loco, esto te llegará a la puerta y la única manera de impedirlo es comenzar a luchar. Y yo lucharé por la libertad del futuro de mi país. Lucharé por la libertad, por la justicia. Por la libertad de mis hijos. Y por la de todos aquellos que deben dormir tras las rejas injustamente
Cuando decaigo, cuando veo a mis hijos preguntar por cuánto tiempo más estaremos separados, les repito: “Pueden tratar de tapar nuestras bocas, pero jamás callarnos. Pueden tratar de encerrarnos, pero jamás nos quitarán nuestra libertad.”
Familiares de los presos políticos, víctimas del maltrato y violencia
Iván Simonovis
Diario Las Américas. Miami, 14 de mayo de 2014