LUIS UGALDE s.j.
El Nacional. Caracas, 18 de abril de 2014
En toda la historia venezolana no hay un documento episcopal con tanta visión socio-política y coraje evangélico como el del 2 de abril titulado “Responsables de la paz y el destino democrático de Venezuela”. El hecho de que algún clérigo fanatizado y servil al poder político lo haya atacado tan insensatamente no hace sino confirmar que los obispos expresan la pasión de decenas de millones de venezolanos.
El vía crucis está garantizado –queramos o no– por el desastre actual del que
no saldremos sin asumir decididamente la cruz y la esperanza. No hay eufemismos,
ni modales diplomáticos que puedan ocultar o suavizar nuestra tragedia nacional;
ni agua bendita, ni yerbas milagrosas que curen al enfermo, sino que es urgente
una operación quirúrgica de alto riesgo y necesidad. Ya el clamor (el de la
calle y el silencioso y oculto) no solo es nacional, sino internacional. Gran
parte de la conducción política opositora se muestra dispuesta a sentarse, pero
exige la libertad primordial de estudiantes y una agenda para el logro de una
ley de amnistía política para presos y exiliados, una verdadera (no disfraz
carnavalesco) comisión de la verdad sobre los crímenes cometidos en estos dos
meses de protestas, un restablecimiento de la Constitución en los poderes
públicos (por ejemplo un CNE con cinco árbitros que no sean partidistas
sometidos al Ejecutivo) y el desarme con verificación internacional de las
bandas armadas parapoliciales. ¿No parece imposible que el gobierno acceda? Por
supuesto, pero la historia avanza con la conquista de imposibles.
La mayoría de la población, quiere que la Santa Sede y algunos países latinoamericanos ayuden a que las partes se sientan a negociar, escuchando el clamor de la gente que sufre la inseguridad violenta, el desabastecimiento creciente, la inflación salteadora de los salarios, la falta de inversiones, de empresas y de trabajo digno, y la violación desde el poder de la Constitución y de los derechos humanos con prácticas violentas dictatoriales. Razón tienen los obispos al decir que el “Plan de la Patria” (modelado por el fracaso cubano con medio siglo de totalitarismo), que el partido-Estado trata de imponer, no es la solución sino “causa fundamental de la actual crisis”. Volvamos a la Constitución (n.2 y 3).
Esto y no menos es lo que hay en la protesta estudiantil y es exigencia básica de la MUD para sentarse a negociar soluciones. Los protestantes saben que por el actual camino no hay futuro, ni para ellos ni para el país; tampoco en la vuelta al pasado ni en la continuidad actual. Hay que reconstruir desde los cimientos la democracia, con reconocimientos de unos y otros y una economía con política social que vaya a la raíz de la pobreza, no para disfrazarla con palabras y dádivas, sino para cambiarla.
Este Vía crucis es doloroso y está lleno de atropellos, asesinatos, presos y exiliados, pero hay que asumirlo y recorrerlo, cuidando que las pasiones no se desborden hasta la locura de pedir a Pilato contra el justo Jesús: ¡Crucifícalo, crucifícalo! Queremos que sueltes al criminal Barrabás. El primer instinto es crucificar al otro, mientras nosotros en nada debemos ceder, ni cambiar; lo que inevitablemente condena al inocente y bloquea toda forma de negociación y acuerdo, imprescindibles para construir juntos las salidas inclusivas de todo el país. Por el contrario, los obispos dicen que, más allá de la rabia, hay que poner Espíritu y racionalidad:
-“El Gobierno se equivoca al querer resolver la crisis por la fuerza” (n.8).
-Llaman a todos al diálogo para “poner todo su esfuerzo por construir nuevas relaciones basadas en el mutuo reconocimiento y la reconciliación” (9).
-Es necesario “responsabilizarnos del destino del país, no permanecer indiferentes, sino más bien involucrarnos en la defensa de la vida, de los derechos humanos, de la libertad y de la democracia” (10). Sin justicia no habrá paz y si no asumimos la responsabilidad de la República en las instituciones y en la calle, no habrá futuro democrático para Venezuela (n. 10).
-Nos llaman a los católicos “a ofrecer a Dios el ayuno del próximo Viernes Santo en solidaridad con todas las familias que lloran a sus seres queridos, pidiendo para ellas consuelo, esperanza y fortaleza espiritual” (n. 12).
¿A qué ayuno se refieren? Al que exigen los profetas de Israel cuando denuncian la religiosidad vacía de prójimo. El profeta Isaías rechaza en nombre de Dios los ayunos externos, inciensos, y sacrificios rituales si son para barnizar conductas inicuas. “El ayuno que yo quiero es este: abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos; compartir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al desnudo y no despreocuparte de tu hermano. Entonces brillará tu luz como aurora… Entonces llamarás al Señor y te responderá” (Is.58, 5-9).
La mayoría de la población, quiere que la Santa Sede y algunos países latinoamericanos ayuden a que las partes se sientan a negociar, escuchando el clamor de la gente que sufre la inseguridad violenta, el desabastecimiento creciente, la inflación salteadora de los salarios, la falta de inversiones, de empresas y de trabajo digno, y la violación desde el poder de la Constitución y de los derechos humanos con prácticas violentas dictatoriales. Razón tienen los obispos al decir que el “Plan de la Patria” (modelado por el fracaso cubano con medio siglo de totalitarismo), que el partido-Estado trata de imponer, no es la solución sino “causa fundamental de la actual crisis”. Volvamos a la Constitución (n.2 y 3).
Esto y no menos es lo que hay en la protesta estudiantil y es exigencia básica de la MUD para sentarse a negociar soluciones. Los protestantes saben que por el actual camino no hay futuro, ni para ellos ni para el país; tampoco en la vuelta al pasado ni en la continuidad actual. Hay que reconstruir desde los cimientos la democracia, con reconocimientos de unos y otros y una economía con política social que vaya a la raíz de la pobreza, no para disfrazarla con palabras y dádivas, sino para cambiarla.
Este Vía crucis es doloroso y está lleno de atropellos, asesinatos, presos y exiliados, pero hay que asumirlo y recorrerlo, cuidando que las pasiones no se desborden hasta la locura de pedir a Pilato contra el justo Jesús: ¡Crucifícalo, crucifícalo! Queremos que sueltes al criminal Barrabás. El primer instinto es crucificar al otro, mientras nosotros en nada debemos ceder, ni cambiar; lo que inevitablemente condena al inocente y bloquea toda forma de negociación y acuerdo, imprescindibles para construir juntos las salidas inclusivas de todo el país. Por el contrario, los obispos dicen que, más allá de la rabia, hay que poner Espíritu y racionalidad:
-“El Gobierno se equivoca al querer resolver la crisis por la fuerza” (n.8).
-Llaman a todos al diálogo para “poner todo su esfuerzo por construir nuevas relaciones basadas en el mutuo reconocimiento y la reconciliación” (9).
-Es necesario “responsabilizarnos del destino del país, no permanecer indiferentes, sino más bien involucrarnos en la defensa de la vida, de los derechos humanos, de la libertad y de la democracia” (10). Sin justicia no habrá paz y si no asumimos la responsabilidad de la República en las instituciones y en la calle, no habrá futuro democrático para Venezuela (n. 10).
-Nos llaman a los católicos “a ofrecer a Dios el ayuno del próximo Viernes Santo en solidaridad con todas las familias que lloran a sus seres queridos, pidiendo para ellas consuelo, esperanza y fortaleza espiritual” (n. 12).
¿A qué ayuno se refieren? Al que exigen los profetas de Israel cuando denuncian la religiosidad vacía de prójimo. El profeta Isaías rechaza en nombre de Dios los ayunos externos, inciensos, y sacrificios rituales si son para barnizar conductas inicuas. “El ayuno que yo quiero es este: abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos; compartir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al desnudo y no despreocuparte de tu hermano. Entonces brillará tu luz como aurora… Entonces llamarás al Señor y te responderá” (Is.58, 5-9).