No hay salidas milagrosas
FAUSTO MASÓ
El Nacional. Caracas, 19 de abril de 2014
Cuando reducimos una reunión en Miraflores, el inicio de un diálogo
imposible, a la vía para que Maduro presente ya su renuncia creemos en las
soluciones milagrosas. La tragedia venezolana no tiene salidas fáciles a la
vuelta de la esquina y Maduro no está al rendirse; por eso los que preguntan qué
se logró la semana pasada, en realidad solo quieren soluciones milagrosas. No
hay ninguna que nos ahorre sangre, sudor y lágrimas.
Mantener el diálogo es conservar una línea de comunicación, aprovechar un
espacio para la propaganda, para hablarle al chavismo y al ejército, para
demostrar a la opinión pública internacional que la violencia, la dictadura, la
representan los enchufados. En ese sentido la conducta pausada de Maduro fue
ejemplar, se comportó democráticamente en función de la audiencia mundial que
seguía esa conversación. El diálogo es, como las mismas marchas, un arma, un
instrumento.
La oposición está dividida y no tiene una idea clara de quién es su
adversario. Una revolución no cede el poder así como así, hasta que, como
ocurrió en Rumania, toda, repetimos, toda, la población se alza. Conseguir que
la masa chavista se convenza de que la revolución representa la miseria, el
autoritarismo, la represión, es un paso esencial para lograr una salida a la
tragedia actual, y el inicio del diálogo puso en evidencia a los propios
chavistas, en vivo y en directo, la verdad de lo que ocurre en Venezuela.
En la oposición hay una lucha interna por el liderazgo y el país necesita una
oposición unida que comprenda lo que está en juego, le responda ideológicamente
al gobierno y demuestre que cualquier tiempo pasado fue mejor que el actual, no
se quede callada cuando Miraflores hable de un presente glorioso en comparación
con la miseria que vivíamos con Betancourt o Caldera. Ese silencio frente a esa
mentira le da la razón al chavismo. Hay que atreverse también a hablar de
marxismo, socialismo y justicia social, tratar el tema militar, como hizo Ramos
Allup.
Nadie dude de que en un proceso revolucionario los que lo dirigen emplearán
la violencia, solo que los limita la opinión internacional, tratando de lucir
como los agredidos cuando son los agresores. Los que están en el poder no
renunciarán cuando representen una minoría. Hay que lograr que el chavismo
democrático, el chavismo pobre, sepa que tiene futuro después de Maduro. Es tan
imprescindible la lucha en la calle como aprovechar las contadas oportunidades
que presenta el diálogo. Es tonto atacar a los que hacen política y tratarlos
como traidores, y también ciego no reconocer que los que están en la calle
tienen a su favor una gran verdad: el país enfrenta un proyecto totalitario en
el cual a los adversarios se les define como ratas, gusanos, escuálidos, a los
que hay que aplastar.
No es fácil, nada fácil. La unidad es imprescindible, la unidad de buena fe,
porque no se trata de establecer una dicotomía entre diálogo y guerra civil,
sino, como en el boxeo, emplear la mano izquierda y la derecha.
Diálogo y calle, tribuna y lucha popular. El puro radicalismo no sirve de
nada, y creer en parajitos preñados, comer flores, pues, tampoco. La política
del todo o nada termina siempre en la nada. El chavismo existirá hasta que el
discurso de la oposición lo vuelva democrático y quede aislado Maduro en
Miraflores, como le ocurrió a Ceausescu en Rumania, lo que ocurrirá cuando el
venezolano comprenda la relación que hay entre la desaparición de la bombonita
de gas y el modelo económico y sepa, además, que el modelo chino sirve
principalmente a los poderosos en el poder, a los capitalistas enchufados. Por
ahora, los chavistas todavía no saben que ellos son víctimas de las fantasías
revolucionarias. Hay que abrirles los ojos, tarea que hasta ahora la oposición
no ha emprendido, porque ha rehusado el debate ideológico, el debate sobre la
historia contemporánea de Venezuela. Un error, una forma tonta de darle razón al
discurso de Chávez.
@faustomaso